lunes, 30 de junio de 2008

Arbol de decisiones



El joven estudiante quiere ser médico pero las cosas no son tan fáciles. El año pasado en la convocatoria de junio sacó 7,90 en la selectividad, lo que era insuficiente para entrar en cualquier facultad de medicina, si no eras un atleta de élite o habías estudiado el bachillerato fuera de España (en estos casos necesitabas poco más de un 5). Así que se presentó en septiembre y sacó 8,26, nota con la que espera entrar este año en algún sitio. El curso lo ha pasado haciendo primero de Biología con la esperanza de que le convaliden algunas asignaturas de las que ha aprobado, aunque esto tampoco es seguro porque depende de cada facultad e incluso de los profesores concretos de cada asignatura. Cosa curiosa de eso que se llama autonomía universitaria y que más bien parece arbitrariedad.

Así que esta mañana se levanta temprano, se pega una ducha y enseguida se pone delante del ordenador: tiene que hacer las preinscripciones antes de que termine el plazo. Como estamos en un país de la CEE, es decir presuntamente desarrollado, lo lógico es que solo tuviera que dirigirse a una web, rellenar una instancia con los datos pertinentes y luego señalar las facultades donde pide el ingreso. Pero las cosas no son así, ya lo sabe. Tiene que buscar las web de cada facultad de medicina (que tienen diseño distinto), encontrar el cuestionario de preinscripción (que suele estar algo escondido) y rellenarlo en cada caso con datos distintos o puestos en distinto orden. Luego tiene que imprimir las preinscripciones y mandarlas junto con una fotocopia del DNI a la facultad correspondiente. En fin va a tener para un rato, ya sabe que no tiene que ponerse nervioso. Este año estará especialmente atento a las facultades que hacen "llamadas" en días determinados para ir cubriendo las plazas. Resulta que si no se está allí ese día a esa hora aunque tenga nota no será admitido. Así son las cosas para hacer patria (pequeña).

Luego vendrá la espera y por fin el día en que se saben los admitidos. Que nadie piense que hay listas abiertas donde cada uno puede saber donde se encuentra en relación a otros, donde incluso pudieran descubrirse errores o impugnarse. No, todo es más opaco. De nuevo tendrá que ir web a web, meter su DNI en el sitio adecuado y aparecerá una página que dirá: "está admitido" o "no está admitido" hace el número x de la lista de espera. Y en este caso tendrá que esperar a septiembre o a la fecha que cada facultad indique para revisar las listas. Así hasta finales de septiembre porque la gente de la universidad se va de vacaciones en agosto, ya se sabe. No importa que muchos chicos no sepan donde van a estudiar, no sepan donde alquilar un piso o reservar un colegio mayor. Eso son pequeñas molestias que no importan nada.

Así que el chico tras terminar de rellenar las preinscripciones, bien entrada la mañana, pensará en el futuro mientras se bebe una coca cola. ¿Dónde terminará este año que sí espera entrar?, ¿Dónde le gustaría ir?, ¿A Madrid, a Sevilla, a Salamanca a Cádiz, a …?. Pero de pronto se da cuenta de que aunque pudiera entrar en todas ellas no tiene datos para saber cual es la mejor, no sabe dónde aprenderá más, dónde serán mejores los profesores, dónde tendrá compañeros más estimulantes. Y además si va a Madrid dejará de ver a la gente de Sevilla, y también renunciará a la que podría conocer en Barcelona si hubiera ido al final allí. Cada decisión supone el inicio de un camino que se bifurca constantemente y que rápidamente se llena de niebla aunque esa niebla esconda distintas posibilidades de vida quizá muy diferentes. Se da cuenta de que aunque lo tuviera claro solo podría controlar un número limitado de cosas.

Recuerda entonces una película que vio hace un tiempo, Family man*, que comienza con el protagonista despidiéndose de su novia en el aeropuerto porque se va a Londres a hacer un master o algo por el estilo. Puede irse o quedarse y se va a pesar de las súplicas de su novia para que se quede. Unos años después es un ejecutivo de éxito en la city que cree estar viviendo la mejor vida de las posibles. Sin embargo el encuentro con un extraño personaje le permite experimentar cómo hubiera sido la otra vida, la que hubiera vivido con su novia si se hubiera quedado aquel día. Y se da cuenta de que en esa vida también se encuentra a gusto. El amor fati, la sensación de estar viviendo la mejor vida posible no deja de ser una fantasía para limitar la disonancia cognitiva. Siempre podría haber habido otras posibilidades si uno hubiera tomado otros caminos y no necesariamente peores.

Así que el joven aspirante a médico se relaja. Termina la coca cola y decide ir a darse un chapuzón en la piscina. El futuro no está escrito todavía. Y él, por ahora, puede hacer poco más que tomar el sol y procurar no equivocarse con las malditas preinscripciones. Ya tendrá tiempo de preocuparse por las guardias y las vacaciones cuando, como le pasa a su padre, no encuentre sustitutos por ningún lado. ¡Que dura es la vida!



* En "Lo que Sócrates diría a Woody allen", Juan Antonio Rivera, Edhasa, podeís deleitaros con lecciones de filosofía práctica en base a buenas péliculas. Family man es una de ella que sirve para ilustrar la complejidad de la toma de decisiones en un paisaje que siempre es rugoso.