El valor de la comunicación estriba no sólo en la información que compartimos, sino también en las emociones que compartimos.
En los primeros momentos de la entrevista, una sonrisa, una mirada directa y franca, una palabra de bienvenida dicha en tono y manera cordial..., todo ello colorea el espacio de buenas vibraciones.
Hay varios momentos clave en cada encuentro:
Cuando recibimos al paciente: nunca tendremos una segunda oportunidad de causar una primera buena impresión.
El segundo momento clave es cuando preguntamos. ¿Qué valora el paciente?
Pues, sobre todo, nuestra atención. Si en la manera de recibirle juzgaba la cordialidad,
ahora lo que trata de captar es si su caso nos interesa o si, por el contrario, lo descartamos antes de tener datos suficientes. Los pacientes son muy listos, de manera que asumen que si tenemos bastantes datos pasamos a la fase resolutiva de la entrevista. Pero si quedan cosas importantes por decir, y si tratando de decirlas
no les dejamos..., nos suspenden.
El tercer momento clave es cuando declaran o nos informan de aspectos íntimos. O cuando nos ofrecen una sonrisa. Aquí la empatía debe ser nuestra piedra de clave y hacer al paciente que se sienta comprendido, acogido y correspondido
Finalmente, la despedida. Toda la entrevista puede haber funcionado con corrección, pero en el último minuto se estropea... porque de nuevo aflora la impaciencia. Imagine que el paciente nos dice: “¿nos vemos en una semana ó así para seguir hablando de esto?”, y usted responde exasperado: “¡No, no!, con que venga en un mes ya vale”, en un tono de impaciencia que delata que estábamos deseando que se marchara, en vez de decirle: “pues me parece bién que nos veamos en un mes aproximadamente para seguirle controlando este proceso como se merece”, con lo que el paciente saldrá más reconfortado aún y con la impresión de que nos preocupamos por su problema.
Todo esto no se valora en la cartera de servicios, y si embargo la comunicación con el paciente es la clave que debería guiar todo el proceso. La comunicación con el paciente es como los ceros en matemáticas: puestos a la izquierda no valen nada pero si los ponemos a la derecha multiplican el valor de lo que teníamos.