viernes, 24 de diciembre de 2010

-EL OASIS. Un cuento de Navidad para el cambio



Érase una vez un explorador que había iniciado un hermoso viaje.
Un día se cruzó con una caravana que viajaba por el desierto, y se unió a ella para hacer más cómodo su viaje.
Durante el día tenía que soportar un fuerte calor, y por la noche el
frío intenso del desierto, pero también podía apreciar la belleza de las dunas y del cielo estrellado de la noche.
La caravana avanzaba lentamente, sin detenerse, paso a paso, duna a duna. Era una caravana silenciosa donde todos iban muy cubiertos para protegerse del viento y de la arena. Sin embargo, sentía la cercanía de sus compañeros de viaje en las breves miradas que se cruzaban entre ellos, unas miradas concentradas, fuertes, y de profunda determinación.
Y la caravana continuaba avanzando paso a paso, duna a duna.
- Árboles, allí hay árboles – gritó emocionado el explorador.
- Es un hermoso Oasis – comentó una mujer de la caravana – podremos descansar y reponer fuerzas antes de continuar el viaje.
El Oasis era el lugar más hermoso que había visto el explorador.
Acamparon entre los árboles y las palmeras, y se fueron a bañar al estanque. Por unos momentos se olvidaron del desierto y de su viaje.
Las noches eran maravillosas. Tumbados bajo el cielo estrellado, el silencio de la noche era acompañado por la conversación entre amigos de viaje. Unos días inolvidables, llenos de paz, sin peligros, sin preocupaciones, todos bajo la protección del Oasis.
Pero llegó el día en que había que partir.
Esa noche, el explorador pensaba, ¿por qué tengo que irme?, aquí tengo todo lo que necesito. Y decidió quedarse en el Oasis.
Por la mañana todos partieron, menos el explorador. Disfrutó de muchos días felices. Otros viajeros vinieron y también continuaron su viaje, pero él permaneció en el Oasis.
Una tarde sintió un escalofrío, había un viento más caluroso. Miró a lo lejos, solo arena y dunas, nada más. Sintió miedo por primera vez desde que llegó. Esa noche no durmió bien, tuvo un sueño agitado,
con preocupaciones, en él veía que el agua del estanque se agotaba, los árboles se secaban, y la arena del desierto ocultaba el Oasis.
Por la mañana fue a bañarse y se miró en el agua, observó su barba, su rostro y sus ojos, que habían perdido brillo, habían perdido vida.
El temor y la preocupación se habían ido adueñando de su ser, como en su sueño el desierto se adueñaba del Oasis.

- No puedo irme ahora, y perder todo esto, y si no encuentro otro Oasis, todo es tan incierto – se decía a sí mismo.
Recordó a sus compañeros de viaje y se preguntó dónde estarían, y si habrían encontrado otros Oasis en su largo viaje.
- Quizás debí haberme ido con ellos, y ahora estoy aquí, solo - pensaba.
Durante todo el día estuvo inquieto y temeroso, pero al atardecer se quedó observando como el sol se ponía lentamente, y pensó:
- Te vas y me dejas, pero sé que mañana estarás aquí de nuevo conmigo - y saludó al fiel Sol que siempre se iba y siempre volvía.
Se sentó bajo uno de los árboles cercanos al estanque y recordó una antigua técnica para concentrarse, para detener la agitación de su mente, y así poder ver con mayor claridad lo que tenía que hacer.
- Sentado con la espalda recta, en posición cómoda y relajada, para que el cuerpo no me moleste mientras me concentro. Mis manos sobre el regazo, mis ojos cerrados, y mi mente observando con calma mi respiración. Observo como el aire entra y como el aire sale. Mi respiración natural, sin forzar. Observo mi respiración hasta que mi mente se quede en calma, como el agua de este estanque.
Veo mis pensamientos pasar como nubes, y les dejo ir. Estoy aquí, sentado y en calma, observando mi respiración – se dijo a sí mismo.
Toda la noche se quedó sentado hasta que su mente se silenció, y pudo escuchar la voz de su interior. Entonces recordó el motivo de su viaje, y que había olvidado por el espejismo de este hermoso Oasis.
El Oasis había sido como una trampa, porque al olvidarse de sus profundas convicciones había perdido la fuerza que de ellas recibía.




Al salir de su concentración, antes del amanecer, fue consciente de toda la vida que aún le quedaba por vivir.
El Oasis sólo era una etapa más.
Y vio como el Sol comenzaba a iluminar de nuevo el desierto, y hacia él se dirigió, con paso firme, dispuesto a avanzar, dispuesto a vivir.
DEDICATORIA
Este cuento está dedicado a todos aquellos, hombres y mujeres, que  están en dificultades.
“A veces el destino semeja un árbol frutal en invierno. ¿Quién pensaría que esas ramas reverdecerán y florecerán?. Más esperamos que así sea, y sabemos que así será” (Goethe)

Gracias a mis amigos Maxi y Ana por su  mensaje.
FELIZ NAVIDAD  A TODOS . GRACIAS POR VUESTROS COMENTARIOS Y APORTACIONES Y QUE EL PROXIMO AÑO SEA BALSÁMICO PARA VOSOTROS.