jueves, 28 de junio de 2012

A mi Padre.

- ¡Qué difícil aceptar la muerte de alguien a quién amas. No sabes con qué pensamiento quedarte. Buscas , como por instinto , los momentos intensos que te ha  tocado vivir en las últimas horas, las decisiones difíciles, casi sin tiempo, pero que son imprescindibles para que esa misma persona no sufra innecesariamente pero a la vez se valore bien qué merece la pena hacer y  en qué cosas no empecinarse de forma egoista y  absurda pero entendibles desde la emoción. También buscas  los  recuerdos , necesitas algo tangible como una foto, un lugar donde solías ir con esa persona y pasar buenos ratos ó tan sólo un  pequeño diario con algunas letras manuscritas de aquel a quién tanto querías.


  La realidad es tozuda y no para de recordarme que ya no volveré a ver a mi padre , pero ahí es donde emerge con fuerza todo lo que de bueno aprendí de él , los grandes principios, las grandes palabras ( perdón y gracias) que tantas veces pueden ayudarme, los grandes sueños que vivimos juntos, las conversaciones  sabrosas junto a un pequeño chato de vino de la tierra, las anécdotas y tantas cosas que , por mucho que la muerte se empeñe, nunca olvidaré. Me siento heredero de tantas cosas buenas que no puedo por menos de alegrarme de haberlo disfrutado suficiente tiempo como para echarlo de menos  pero también para sentirme agradecido . En los últimos meses , te he visto casi a diario porque sabía de tu existencia frágil y no quería perderme  tu saludo  y el comentario del día. Y me alegro tanto de haberlo hecho que ahora estoy tranquilo.
 Tu rostro sereno, mientras te acariciaba por última vez , me  decía que tu labor estaba cumplida.    Has sido una luz en mi vida.  Te harás presente muchas veces a partir de ahora , y aunque no te  veamos sabremos que andas por ahí . Gracias Papá.




«Dicen, que hay un lugar en la fantasía insondable del hombre, en el que soñando despierto también se vive. Dicen de tal soñar, que es soñar la vida. Dicen de la vida que es soñada, que no es vida, sino sueño. Dicen, que el sueño que se vive en demasía, es la única verdad que hay en la vida»