sábado, 14 de febrero de 2009

HONORES Y SEMBLANZAS. A CASIMIRO.


( Reconozco que me ha dado envidia al leer la entrada de mi amigo Antonio sobre su paciente Miguel y he tenido el impulso incontenible de contar esta experiencia con un paciente).
Casimiro era una buena persona, rondaba los 70 años. Recién adscrito al cupo a través de un compañero, le comenzamos a estudiar por una epigastralgia y… ¡bingo!, cáncer gástrico. Fue intervenido pero la diseminación era extensa y la muerte esperada, irremediablemente, en los próximos 5-6 meses. Mis visitas a su domicilio fueron entrañables. Un día Casimiro se descolgó regalándome un soneto, escrito de su puño y letra en una cuartilla de papel que conservo como un incunable. Dice así:


José Manuel Morales Cano
Un doctor como la copa de “un pino”
A quien por ironías del destino
He llegado a querer como a un hermano.
Su carácter jovial, alegre y sano
Que siempre diagnostica con gran tino
Y no hace extraños a un vaso de vino
Tomar con un amigo mano a mano.
Un joven médico aunque ya decano
En conocer y amar la medicina
Que empieza a practicar desde temprano.
Que a pesar de encontrarle tan humano,
Tiene aquella virtud rara, divina,
Que hace vivir cuando te da la mano.


Esto ocurrió hace años, pero aún, cuando el desánimo me embarga, recurro a él para cargar pilas. Lo releo dos veces y le pongo la cara amable y bondadosa de Casimiro. En honor a él, hace unos meses, arranqué de mi alma de poeta estos versos, tal vez malos en la forma, pero excelsos en el fondo. Va por ti Casimiro.


De tu profesión esperas conocer la verdad de la vida.
Enfermo a enfermo, sufrimiento a sufrimiento.
Afortunado eres, alma de hechicero,
que rondas magos, brujas y barberos.
Con la guadaña siegas la verdad oscura
y las sombras del diagnóstico sombrío e incierto.
Con el bisturí afilado entre los dientes,
la sangre brotando en torno a una simiente,
de sentimiento leve y fiel como una brisa,
transmitiendo esperanza en el doliente
y esbozando tan solo una sonrisa.
De la mano del sabio viene la certeza
Que en la tarde de un otoño frio y gris
Retumba en tu cabeza,
Como una corona de espinas
el horror y la tristeza
en un hálito de vida se protege.
Vagas por las calles, en silencio,
Nada te perturba entre la gente,
Buscando la manera de decirte:
Que está viniendo la nada
Que está llegando la muerte.
Que falló la primavera,
Que ha acabado tu suerte,
¡¡Que estaré contigo hasta la espera
Acariciándote cada vez más fuerte!!.


( Poema: Al enfermo sin esperanza. )

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