En la película "Operación Swordfish" del año 2001 , protagonizada por John Travolta y dirigida por Dominic Sena, se relata la historia de un experto en informática que acaba de salir de prisión, y es requerido por un terrorista para que le ayude a decodificar un complicado código de seguridad de una cuenta secreta. Sólo unos pocos hackers en el mundo son capaces de realizar dicho trabajo, y él es uno de ellos.
Pero el motivo de traer esto a cuento es la pregunta que ,en un momento dado, se hace el "malo " de la película : "Tienes poder para curar todas las enfermedades, pero el precio por ello es que debes matar a un niño inocente, ¿Podrías matar a ese niño ?".
Es una pregunta "interesante" la que se plantea aquí… ¿justificarías la muerte de un niño inocente por salvar a muchos? O lo que es lo mismo ¿matarías a millones de niños por salvar a uno?
Os dejo la secuencia de la película para empezar:
Reflexión interesante from Alex (http://86400.es) on Vimeo.
Pues para empezar a pensar: Si fuera mi hijo el que se salva o el que tiene que morir ¿Haría lo mismo que si no tuviera hijos o fueran los de otros?, ¿Sería capaz en cualquier situación o sólo en situaciones dramñaticas? ¿puedo pensarlo ahora y haría lo mismo si la situación fuera real?...Eso por no meternos en si somos individuos o pertenecemos al estado, o si tenemos alguna creencia religiosa... Tenemos para años de discusión muy difícil
ResponderEliminarUna vez en un debate sobre el aborto, en TV, se preguntó por un defensor del aborto a un defensor de la vida, la maniquea y tópica pregunta de "si hubiera apoyado el aborto de la madre de Hitler". El aludido respondió aquello de "dar al César...": "No, nunca. ¿Y usted, haría abortar a la madre de Alexander Fleming?"
ResponderEliminar¿Cómo saber que va a deparar el futuro del hombre (en genérico) si el fin justifica los medios?
La amoralidad, no confundir con la inmoralidad, tiene su regla de oro en que el fin justifica los medios.
Si para salvar a uno mueren muchos (es el argumento de Salvad al Soldado Ryan), como al contrario, lo que propone Travolta a Hugh Jackman, el medio es la persona, el fin nunca está justificado.
Por eso la ciencia, la medicina, la filosofía... deberían estar centradas en la dignidad del ser humano.
Por eso el fin "sociedad del bienestar" no debería permitir medios "asesinatos legales", sean los aparentemente bienintencionados de la escena de la película, sea el aborto, sea la pena de muerte o la tortura, sea la eutanasia o el suicidio asistido.
Stalin, Hitler, Pol Pot... desde sus tumbas siguen creyendo que sus fines justificaron sus medios.
Un abrazo.
PD: Gracias por tus entradas sobre "casos clínicos". Son muy didácticos.
Sabiendo además que una parte de las personas que se salvaran por matar a ese niño inocente, que podría ser tu hijo ó el de un familiar ó amigo, a su vez seguro que matarían alguien(por puras probabilidades). Entonces habrías salvado de morir a algunos asesinos, a cambio de matar a un inocente, pero también habrías salvado a millones de morir por cualquier enfermedad. Pero esto último sería una debacle para el planeta en términos de explosión demográfica, pensiones, escasez de recursos.....
ResponderEliminarTranscribo parte del texto de DIEGO GRACIA "EL QUÉ Y EL POR QUÉ DE LA BIOÉTICA" que puede aportar al debate :
ResponderEliminar"El problema es que no parece fácil encontrar ejemplos de ese tipo de leyes perfectas, que no tengan excepciones, por más que las especifiquemos. Por ejemplo, hay excepciones al principio del respeto del inocente. Se suele poner en contra siempre el mismo ejemplo, la obra de teatro de Albert Camus, Los justos. El problema es si se puede justificar un atentado político en el que mueren inocentes, por ejemplo, niños. Los revolucionarios, con un razona-miento estrictamente consecuencialista, pensarán que sí, a la vista de los bene-ficios potenciales del cambio político buscado. Otros muchos, por el contrario, pensarán que no, que nunca se puede justificar la muerte del inocente32. Pero esto último dista mucho de la evidencia. Basta poner otros ejemplos para verlo con cierta claridad. Así, en la película La misión se acusa a un jesuita de que ha justificado el que una familia guaraní, obligada a huir de la persecución de los colonos, asesine a su tercer hijo, el más pequeño, ya que sólo puede llevar a dos en su huida. Es difícil no justificar la muerte del inocente en estas circunstancias. Se dirá que en este caso se viola el precepto para salvar vidas, es decir, por cumplir el mandato de respeto a la vida, que en ese sentido sería un deber perfecto, que exige su inmediato cumplimiento aun en ese caso. Pero de lo que no cabe duda es de que para cumplirlo hay que transgredirlo parcialmente, lo cual es hacer una excepción. Parece claro, en consecuencia, que no hay mandato sin excepción, y que eso no se evita determinando lo más posible el contenido del mandato, pues por mucho que lo determinemos acabará teniendo
excepciones. Hace días oí otro relato sobrecogedor de muerte de un inocente. En un cierto país centroamericano en guerra, un contingente militar perseguía a un grupo de guerrilleros en huida con sus familias. Éstos se refugiaron en un bosque en total silencio, en un intento desesperado por hurtar la vigilancia y salvar sus vidas. En esa situación, un niño recién nacido que su madre tenía en brazos comienza a llorar, y ésta acalla sus gritos tapándole la boca y la nariz hasta asfixiarlo. La actitud de completa coherencia con el principio de respeto a la vida no se da más que en personajes excepcionales, como puede ser Jesús de Nazaret. Él sí cumplió con el principio de respeto absoluto a la vida, pero al precio de perder la propia33.
En mi opinión no existe contradicción lógica entre el respeto al ser humano y, por ejemplo, la tortura o la mentira, cuando las circunstancias permiten justificarlas. Pienso que sí se puede pensar la dignidad del ser humano aun aceptando la tortura. Por supuesto, no sería posible pensarla si se aceptara la tortura como regla, como norma de acción, tal como decía Kant. Pero es que nadie la está afirmando a ese nivel. Como regla la tortura es incompatible con el respeto al ser humano; pero como excepción sí es compatible. Todo el que hace una excepción sabe que está haciendo algo malo, no bueno, y por tanto sigue aceptando como regla la no tortura. Lo que afirma es que el mismo principio formal que da validez al principio de la no tortura, el respeto al ser humano, da validez a la excepción cuando parece que el respeto al ser humano pasa, aunque parezca paradójico, por la tortura o por la mentira. Quien tortura o quien miente sabe que está haciendo un mal, pero piensa que se trata del «mal menor» posible en esas circunstancias, y por tanto aquél que respeta más al ser humano. A la vez que se tortura o se miente, se está aceptando como principio la no tortura y la no mentira, pues nadie piensa que sea preferible un mundo en el que se torture o se mienta. En este sentido cabría decir que todos, aun los torturadores y los mentirosos, cumplen con el principio de respeto al ser humano, si es que torturan o mienten como excepción, es decir, porque lo consideran necesario en ciertas circunstancias para respetar en lo posible al ser humano.
Esto significa, obviamente, que no hay principios materiales o deonto-lógicos de contenido absoluto y sin excepciones. Ni los llamados deberes per-fectos carecen de excepciones. Hay excepciones al principio de no matar, al principio de no mentir, al principio de no torturar, y a cualquier otro principio moral que imaginemos. Ninguno es absoluto. Por eso son posibles situaciones de gran abyección moral, en las que por la vía de las excepciones se acaban justificando enormes atrocidades. Los crímenes nazis fueron justificados por una enorme cantidad de ciudadanos alemanes. Pero lo grandioso de la vida humana es que esos mismos seres que pueden ser abyectos, pueden reaccionar y criticar sus propias atrocidades. Es el origen del arrepentimiento moral. No hay modo de evitar la abyección moral. Es inútil pensar que afirmando los deberes perfectos como absolutos conseguimos algo en la práctica. No conseguimos nada. Aunque fueran absolutos, habría que decir que en la práctica no se los reconoce múltiples veces como tales. Toda la historia es el no reconocimiento de esos principios como absolutos. Lo cual significa, en la práctica, que funcionan como no absolutos. Si se les afirma como absolutos se corre con dos dificultades: primera, demostrar que son absolutos, lo cual resulta a mi modo de ver imposible; y segundo, explicar por qué no funcionan en la práctica como absolutos. Lo más coherente y lógico es, a mi entender, pensar que no son absolutos, y que todos tienen excepciones."
Un planteamiento impecable, el de IAS,que hace que nos conozcamos mejor , y que aceptemos que somos incapaces de la perfección, afortunadamente, lo que deberia acarrear un mayor sentimiento de humildad y solidaridad para todo ser humano que reflexione un poco sobre este asunto.Todas las grandes verdades tienen dos caras opuestas pero complementarias, por lo que hace falta hilar fino para que nuestro criterio sea coherente . Podemos ,entonces, aspirar....a ser humildes, aceptando nuestras limitaciones, sin renunciar a mejorar.
ResponderEliminarla pregunta es bien clarita, y mi respuesta es sí.
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