Aquí os presento parte de este artículo y sus conclusiones:
Se entiende por copago la participación del usuario en el coste de un servicio; en este caso, un servicio sanitario. Dicha participación puede tener la forma de franquicia, un montante fijo o un determinado porcentaje del precio del servicio. El debate sobre la conveniencia y la oportunidad de los copagos no es nuevo.
. La novedad es que, impulsado por la crisis económica, el debate ha trascendido los foros y revistas especializados, y ha llegado a la sociedad. Sin embargo, mientras en la sociedad la percepción
generalizada es que el copago «acabará cayendo por su propio peso», los políticos de uno y otro color siguen proclamando, como hace años, que nunca lo implantarán. Falta de olfato, exceso de miedo, o falso paternalismo preelectoral.
Los copagos responden a una tensión entre responsabilidad social (fiscalidad general) y responsabilidad individual (copagos). Es bien conocido que cuando algo está plenamente asegurado, los individuos tendemos a mostrar menos cuidado en conservarlo y cuidarlo. Además, como «ya hemos pagado» y nos cuesta cero en el momento de consumo, tendemos a sobreconsumirlo. Puesto que pagamos cero (aunque su coste, evidentemente, no es cero), lo utilizamos hasta que el beneficio que obtenemos también es cero. Por consiguiente, los seguros sanitarios, tanto públicos como privados, tienen un problema de eficiencia porque incentivan un uso excesivo de la atención sanitaria, entendiendo por «excesivo» todo aquel
consumo cuyo beneficio es inferior a su coste.
El consumo excesivo genera más gasto, lo cual conduce a un incremento de primas, en el caso de los seguros privados, y a la necesidad de más ingresos (impuestos, cotizaciones, tasas, etc.) en el caso de los sistemas públicos.
Por lo tanto, el objetivo de los copagos es triple:
- -moderar el consumo de servicios sanitarios, corresponsabilizando a los ciudadanos;
- - conseguir que los servicios que se dejan de consumir sean los de menos valor para no afectar a la salud;
- - y en ocasiones, servir de fuente adicional de financiación de la sanidad. Mal aplicados, sin embargo, tienen problemas. Si no se establecen límites o techos máximos, pueden constituir un «impuesto» sobre los más enfermos.
Si no se vinculan al nivel de renta (pudiendo llegar a la exención), la carga del copago acaba siendo mucho mayor, en términos relativos, en el caso de los pobres que en el de los ricos. Si se establecen de manera uniforme, sin tener en cuenta la efectividad del servicio o tratamiento, dejan al paciente la difícil decisión de discriminar entre lo de más valor y lo de menos valor. Si afectan sólo a un tipo de bienes o a un nivel asistencial, se corre el riesgo de que se produzcan desviaciones del consumo hacia aquellos bienes o niveles
no afectados, y el coste termine por ser mayor.
Si no se protege a los pobres y los más enfermos, puede haber un efecto de compensación y llegar a generar más gasto del que se ahorra debido al empeoramiento de la salud de los enfermos más graves . Por eso, el debate sobre el copago no debe plantearse como una disyuntiva extrema entre el sí y el no.
Experiencia internacional
En nueve de los 15 países de la Unión Europea existen copagos para todos los tipos de servicios: visitas médicas, hospitalizaciones, farmacia, atención dental y otros servicios, como urgencias, pruebas
diagnósticas, transporte sanitario, prótesis, etc. De estos nueve países, siete tienen un sistema de salud que responde al modelo de seguridad social (modelo Bismark) y dos son países nórdicos (Finlandia y Suecia) con un sistema nacional de salud tipo Beveridge.
Los sistemas de seguridad social suelen tener un grado de cobertura mayor, estipulada y delimitada explícitamente, con gran nivel de elección y muchos copagos. En los sistemas nacionales de salud del norte de Europa la cobertura suele ser, asimismo, amplia, pero también se pagan más impuestos y hay bastantes copagos, aunque limitados en cuantía y normalmente vinculados al nivel de renta. En ningún país se equipara acceso universal con gratuidad absoluta en el momento de utilizar los servicios. En los sistemas sanitarios del sur de Europa hay menos copagos, pero hay más prestaciones no cubiertas por el sistema público, lo cual da lugar a más gasto privado, vía pagos directos o por la compra de seguros privados suplementarios.
Recomendaciones
En definitiva, recomendaríamos:
1) Modificar el diseño del copago farmacéutico, eliminando la arbitraria distinción entre activos y pensionistas, e incluir los medicamentos hospitalarios de dispensación ambulatoria.
2) Introducir un copago fijo en las visitas y en las urgencias.
3) Introducir tasas por servicios complementarios cubiertos y precios públicos por prestaciones actualmente no cubiertas.
4) Modular los copagos en función de criterios clínicos y de coste efectividad con copagos evitables siempre que sea posible.
5) Implementar mecanismos de protección de los más débiles económicamente y los más enfermos. Esto podría consistir en la fijación de un límite máximo de contribución al trimestre o al
año en función de la renta familiar, con exención total de las rentas más bajas, ya sean procedentes del trabajo o la pensión, y tratamiento especial de los casos de enfermedad crónica o multipatología.
El copago y otras formas de contribución no deben empobrecer, por lo cual el límite debería suponer un porcentaje reducido de la renta familiar
Antonio, te recuerdo que en España ya tenemos copago, no solo económico directo (recetas) sino también en unidad tiempo (listas de espera)y en prestaciones no asumidas (salud bucodental, etc.)
ResponderEliminarVaya por delante que no me opongo al copago,pero creo que antes hay que elaborar otras políticas.
1. No despilfarro del dinero público. Evitar las bolsas de ineficiencia, mejorando la gestión, optimizando recursos, evitando el concierto sanitario.
2. Política del medicamento, dejar de subvencionar productos de utilidad terapéutica baja, no financiar productos que no aportan mejoras terapéuticas evidentes.
3. Racionalidad del gasto en tecnologías sanitarias.
4. Control a los profesionales sobre su gestión clínica para evitar abusos en el consumo de recursos que no mejoran la salud de los pacientes.
5. Regulación de los mensajes sobre la salud en los medios de comunicación.
Cuando se gestione bien el sistema es cuando la ciudadanía tendrá que decidir sobre si prefiere mantener las prestaciones del sistema introduciendo el copago o renunciar a alguna de ellas.
Copago de entrada quiere decir obtener más dinero de los ciudadanos para seguir haciendo lo mismo lo que, al menos en parte, se traduce en dinero para mantener el negocio de la sanidad sin que repercuta en la salud de la población.
De acuerdo contigo, José, en que hay que racionalizar el gasto en otros aspectos de la asistencia y en no financiar fármacos de utilidad terapéutica baja.... Pero es difícil que mejore la gestión clínica, por no decir casi imposible con agendas de 70 pacientes al día , a unos 5 minutos por paciente. ¿Cómo explicas que el consumo farmaceútico se multiplique por tres cuando un ciudadano pasa de "trabajador" a pensionista? ¿es razonable que una madre ansiosa traiga a su niño 3-4 veces por semana por un cuadro catarral sin alteración de su estado general? ¿ porqué hay muchos pensionistas que acumulan "botiquines " en sus casas sin necesidad? ¿y lo de acudir a urgencias del hospital sin haber ido antes al punto de atencion continuada de A. primaria?
ResponderEliminarYo también soy y he sido muy crítico con el copago y creo que , de implantarse, habrá que ser muy cuiadadoso para no producir problemas de inequidad en la asistencia y en que las personas sin recursos puedan estar desasistidas pero me temo que la actual "barra libre " de este sistema es insostenible y hay que salvar lo esencial para no perderlo casi todo.Gracias por comentar. Un saludo