lunes, 1 de diciembre de 2008

Feminismos

En una entrada anterior de este blog se ha opinado sobre la "politica de cuotas" que cada vez se plantea más en múltiples ámbitos de nuestra sociedad y que a menudo causa posicionamientos muy viscerales. Quizá por eso es importante aportar al debate matices que impidan el tremendismo y nos acerquen a lo que creo que queremos una gran mayoría de mujeres y de varones: que nuestras diferencias de sexo no impliquen ningún tipo de desventaja social como históricamente ha sucedido.



Una perspectiva historica de la lucha de las mujeres por su igualdad social quizá aporta datos fundamentales que explican algunos aspectos del debate y quizá también algunos excesos, que no por eso hay que compartir necesariamente, pero sí entender para argumentar de una forma razonable. Este pais, además, tiene una historia reciente especialmente significativa respecto a la desigualdad de sexos que curiosamente parece olvidada pero que late constantemente en la sociedad como actitudes que emergen en todos nosotros de forma bastante automática, como si lo viejo no hubiera desaparecido todavía y lo nuevo no terminara de nacer del todo.



Un breve recorrido por el “feminismo”

Primera ola: el feminismo ilustrado

Al feminismo se le considera un hijo no querido de la Ilustración. Aunque los principales pensadores de ese tiempo reivindicaron la libertad y la igualdad sobre todo lo hicieron pensando en los varones. Por ejemplo, el reputado Rousseau consideraba que las mujeres eran un “segundo sexo” y por tanto su educación debía garantizar que cumplieran su cometido: agradar, ayudar, criar hijos. Para ellas no estaban hechos ni los libros, ni las tribunas. Su libertad la consideraba odiosa y que rebajaba la calidad moral del conjunto social. “… El uno (varón) debe ser activo y fuerte, el otro (mujer) pasivo y débil. Es indispensable que el uno quiera y pueda y es suficiente con que el otro oponga poca resistencia. Establecido este principio, se deduce que el destino especial de la mujer consiste en agradar al hombre.. el mérito del varón consiste en su poder, y sólo por ser fuerte agrada".

El feminismo nace de la constatación que hacen algunas mujeres de la situación de privación de bienes y derechos que tienen, en relación con las propias declaraciones universales de derechos humanos que surgen es esos tiempos. Declaraciones que se hacen siguiendo las ideas roussonianas y que algunas mujeres asumen como propias, por eso se permiten argumentar contra sus insuficiencias. Sólo a partir de la asunción completa del nuevo paradigma sociopolítico cabe argumentar contra sus deficits y reclamar su aplicación para todos. Es de este espíritu del que nace Vindicación de los derechos de las mujeres de Mary Wollstonecraft, el primer libro explícitamente feminista. En él se cuestionan las diferencias de derechos y también los papeles sociales atribuidos a cada género que trataban de argumentarse en la moral vigente respecto al orden natural.

Hegel escribiría en su Filosofía del Derecho, que cada género tiene marcado un destino por nacimiento lo que suponía que “Ellas se mantienen y han de ser mantenidas en su propio orden, el seno indiferenciado de la naturaleza con independencia de las capacidades y dotes particulares“. En el código napoleónico la minoría de edad perpetua para las mujeres quedaba consagrada: las excluía del control sobre sus cuerpos; quedaron excluidas formalmente de los tramos educativos medios y superiores y su enseñanza primaria se declaró graciable; no tenían derecho al voto.



Frente a esto Mary Wollstonecraft supone que bastantes de los rasgos de temperamento y conducta que son considerados propios de las mujeres son en realidad producto de su situación de falta de recursos y libertad. El feminismo planteaba que la dominación masculina no era una situación que viniera determinada por la naturaleza: era una cuestión política. Y tenían que luchar por dos objetivos que sobre todo reivindicarían las feministas de la segunda ola: el derecho al voto y a la educación superior.

Segunda ola: el feminismo liberal sufraguista

En el siglo XIX se fueron consolidando los estados liberales que posibilitaban más derechos pero aparecieron nuevos argumentos para legitimar el orden social en cuanto a división de sexos. Hegel, Schopenhauer, Kierkegaard o Nietzsche, argumentaron discursos filosóficos para mantener el la misma situación: el sexo es un destino público para los varones, privado para las mujeres y los intentos de éstas de subvertir tal orden son la ruina de las comunidades.

En 1848 se produce la “Declaración de sentimientos de Seneca Falls” que fundándose en la declaración de principios de la constitución americana e invocando los derechos de igualdad, libertad y persecución de la propia felicidad declaran: "decidimos que todas las leyes que impidan que la mujer ocupe en la sociedad la posición que su conciencia le dicte, o que la sitúen en una posición inferior a la del varón, son contrarias al gran precepto de la naturaleza y, por lo tanto, no tienen fuerza y autoridad“. Así con una estrategia política no violenta las llamadas sufragistas comienzan a reivindicar el derecho al voto y a la educación superior. Tardaron unos ochenta años en conseguirlo.

En el siglo XX hubo dos guerras mundiales. Cuando los hombres fueron a la guerra sus puestos de trabajo fueron ocupados por mujeres. Después de la 2º guerra mundial, donde las mujeres mantuvieron la economía americana en trabajos que teóricamente no estaban hechos para ellas, se creo una estrategia política y cultural para que esas mujeres, ya educadas, volvieran a sus casas. Se pretendía que regresaran al espacio privado -aunque argumentando que con mayor capacidad y formación que antes- para ser buenas madres, esposas y gerentes del hogar. Se suponía que el objetivo de la mujer no era conseguir metas profesionales sino estar al servicio de la familia. Las revistas femeninas se volcaron en modular las conductas y emociones de ese tipo de mujer que tan bien se ve reflejado en las películas de Doris Day. Pero unos límites tan restringidos para mujeres, en muchos casos inteligentes y bien formadas, solo podía llevar a la frustración. Eso es lo que analizó Betty Friedan en “La mística de la femineidad”.

En 1949 se publica un libro singular de una mujer que se benefició de la excepcionalidad que permitió a algunas mujeres como ella formarse hasta muy alto nivel. En ese libro muy influyente Simone de Beauvoir cuestiona desde el principio la idea de naturaleza para legitimar la situación de la mujer: “una no nace mujer se hace mujer” (El segundo sexo 1949).

Tercera ola: el feminismo del 68

El “malestar que no tenía nombre” del que hablaba Betti Friedan encontró un responsable en los años 70: el patriarcado, el orden sociomoral y político que mantenía y perpetuaba la jerarquía masculina y que a juicio de muchas mujeres se mantenía incólume. La revuelta del 68 supuso un cambio cultural importante en los países occidentales. Se cuestionó todo un orden social y se reivindicaron nuevas libertades individuales. Las mujeres constataron que a pesar del derecho al voto, a la educación y al ejercicio profesional todavía no habían conseguido una posición paritaria respecto a los varones. Así se plantean una revisión legislativa para volverla más igualitaria y equitativa. También hay una reivindicación de libertad sexual que se concreta en nuevas formas de pareja y reivindicación de métodos anticonceptivos. El cambio en los mores se iba produciendo en parte por difusividad y en parte con independencia del núcleo militante. Para éste, “la abolición del patriarcado" y "lo personal es político“ (llevar la reivindicación a las relaciones personales concretas) fueron los dos grandes lemas. La Política Sexual de Kate Millet y la Dialéctica del Sexo de Sulamith Firestone son autoras importantes de este periodo.

Movimientos actuales

En los años ochenta el feminismo, aunque fuera de forma muy tímida, comenzó a capilarizar la política formal. En todos los países occidentales fueron creados organismos específicos para la condición femenina. Para muchas mujeres fue quedando patente que la imagen social global seguía connotando poder, autoridad y prestigio del lado varonil, sin que las reformas ya obtenidas estuvieran variando esa inercia de modo sensible. Así que la visibilidad pública, la tomas de posiciones de poder políticas se convirtió en un objetivo importante que también tensionó el movimiento feminista.

También en los años 80 hubo una reacción conservadora sobre todo en USA y desde ella se cuestionaron los logros feministas en un intento de volver a los antiguos esquemas. Susan Faludi en “Reacción” argumentó contra esos planteamientos.

En los años 90 la política de cuotas, para conseguir una discriminación positiva, ha sido otro de los objetivos políticos para tratar de romper el techo de cristal que parecen seguir teniendo las mujeres en la vida pública y que hace que su número en la política o en altos puestos directivos sea mucho menor que la de los varones. Constituye una estrategia política, se supone que coyuntural, para conseguir un mayor igualdad social y que en muchas ocasiones crea conflicto social, ya que puede reivindicarse (y de hecho se hace) en los ámbitos más diversos. Probablemente sea más fácil de plantear en cargos electos (políticos o empresariales, donde se ventilan intereses y es importante la representación de esos intereses) que en otros ámbitos donde lo definitivo debería ser el conocimiento y no el género. El problema es que, en muchas ocasiones, este debate se produce desde posiciones muy maximalistas que ademas nos llegan simplificadas (¿y sesgadas?) por los medios de comunicación, lo que lleva a posicionamientos muy emocionales. Por otro lado la realidad es que el salto en formación y conocimiento de las mujeres ha sido tan importante en las últimas décadas que no necesita el argumento de la cuota para legitimar una posición relevancia social o intelectual.

Actualmente dentro del movimiento feminista coexisten muchas corrientes a veces contrapuestas. La confrontación entre un feminismo de la igualdad que busca una paridad con el varón y un feminismo de la diferencia que asume desde el principio una diferencia inabordable y por tanto busca una supremacía, es muy bien analizado por Elisabeth Badinter en “Por mal camino” Alianza Editorial 2003.

En el artículo La memoria colectiva y los restos del feminismo de Amelia Valcárcel (http://usuarios.lycos/politicasnet/articulos/memfem.htm) están más desarrollados algunos de los conceptos referidos en estas notas.

3 comentarios:

  1. Curioso que pese a las políticas de cupo uno observe una inquientante tendencia a perpetuar los roles de "cuidadora". Y no por los varones sino por las mujeres que eligen libremente (¿o influenciadas por el rol social?)

    Uno se asombra viendo como las carreras universitarias ligadas al rol de cuidador son un práctico monopolio de las mujeres: enfermería, magisterio infantil, fisioterapia, trabajo social.

    Y que cuando las mujeres llegan a las licenciaturas se concentran en carreras con un perfil cuidador como medicina, psicología... mientras, los varones abandonan paulatinamente esas carreras, y las mismas se devalúan salarialmente y socialmente a marchas forzadas.

    Incluso dentro de las especialidades médicas se observa el mismo fenónemo (con especialidades como la pediatría con altas tasas de feminización mientras que las cirugías o traumatologías tienen tasas de feminización sensíblemente inferiores a las de los licenciados en medicina).

    Luego uno mira por ejemplo la tasa de feminización en estudios de gestión empresarial (MBA) en la teórica cima del prestigio salarial y encuentra un escaso 10% de mujeres entre sus alumnos.

    ¿Razones? ¿Es antes el huevo o la gallina?

    ¿El hecho de tener unos mayores ingresos y prestigio profesional es un privilegio dada por la sociedad al varón o es también en el fondo una obligación exigida por la sociedad al varón? (incluidas mujeres en busca de potenciales parejas sexuales)

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  2. Increible haberte encontrado! Muy interesante...
    Te invito a que visites mi blog
    es: mujeresdescosidas.blogspot.com
    Mucha similitud en nuestras sensibilidades y temas por tratar.
    Un saludo!!!!!
    Roxana

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  3. Comentarios a Dr. Bonis
    Se ha escrito mucho sobre la feminización de ciertas profesiones. Sobre todo tras el paréntesis de los conocidos como 30 años dorados (de los 45 a los 75), las mujeres buscaron profesiones que se consideran sociologicamente como expresivistas, es decir, aquellas que tienen que ver con una prolongación de la vida doméstica.
    Durante estos 30 años el hombre asumió el rol de “el ganapán”, es decir un rol más instrumental y las mujeres en su repliegue doméstico asumieron el rol de la gestora de afectos en el hogar donde intentaron gestionar los afectos de la progenie. La estructura social de la época favoreció esta distribución de funciones entre géneros. Esto dió lugar una nueva dimensión, dentro de la ética burguesa, la dimensión expresivista, en contraposición a la masculina que era más instrumental.
    Tanto es así que los valores postmodernos, predominantes a partir de los 60, ej. mayo del 68), se caracterizan por la ética burguesa expresivista frente a la anterior que era más instrumental.
    Según esto no es de extrañar que la mujer, por supuesto condicionada por la estructura social, que siempre es coercitiva, prefiera profesiones relacionadas con el cuidado y la atención (maestra, enfermera, medicina, etc) frente al hombre (ingeniero, mecánico, master MBA, etc).
    Dentro de la medicina también tiene su correlato al elegir una u otra especialidad. Afortunadamente, en mi hospital, como en otros muchos, ya hay mujeres urólogo. Algo está cambiando.
    Estos valores están tan interiorizados en nuestra cultura occidental, blanca, juedeo-cristiana (como cultura en la que nos hemos socializado y que coincide con la dominante) que, en estudios realizados en países más adelantados en una educación por la igualdad, como los países nórdicos, hasta los 15 años no hay diferencias en las preferencias de lo que los niños quieren ser, pero a partir de esta edad, cuando se les vuelve a preguntar los niños y niñas, influenciados por los “pares” (sus grupos sociales) ya se polarizan en las preferencias.
    Esto sólo pretende ser una explicación sociológica del fenómeno y no pretendo la polémica.
    No pretendo explicar fenómenos como “el techo de cristal”, las diferencias salariales, etc. que tiene que ver más con la estructura social del patriarcado que, como dice Castells, es “el sometimiento de la mujer al hombre mediante el uso de la violencia”. Y si me permitís yo añado la coletilla del uso de la violencia “simbólica”.
    Huelga decir que soy un firme detractor de la estructura social del patriarcado.
    Prefiero, como decía Harriet Taylor (casada con John Stuar Mill y que RGC no cita en su excelente post, cosa normal pues no se puede citar todo) en su ensayo “The Enfranchisement of Women” y recogido por su marido en “The Subjetion of Women” que la mujer que esté junto a nosotros (laboral, emocionalmente o en cualquiera de los ámbitos de interacción) sea por es lo mejor que conoce pero no lo único y, que además, lo haga en igualdad de condiciones. (Opinión personal y, como tal, que da cabida a cualquier interpretación y/o controversia)

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