En el post anterior sobre el Experimento Milgram advertíamos de los riesgos de seguir "al pié de la letra" las recomendaciones de las llamadas autoridades sin el filtro adecuado de la inteligencia y matizado con el sentido común y elpensamiento crítico.
Los expertos pertenecen a esa ,difícilmente definible, categoría de médicos a los que sus pares les reconocen autoridad. Las razones son diversas y por cierto, no solamente científicas, pero en todo caso, los expertos son siempre, en todos los grupos sociales, individuos dignos de atención. Y entonces, si quienes saben del tema ,según la opinión mayoritaria, dijeron lo que dijeron y recomendaron lo que recomendaron, a qué contradecirlos. Hagamos lo que dicen los consensos de expertos, que por algo lo habrán dicho y abreviemos el trámite. Así ,si alguien nos pregunta el porqué de nuestra elección de un esquema terapéutico para el tratamiento del paciente con una neumonía grave de la comunidad que estamos atendiendo ,solamente atinaremos a responder: “Porque es lo que indica el último consenso sobre tratamiento de las neumonías”. No parece ser una respuesta compatible con el pensamiento científico.
Es indudable que las recomendaciones de los comités de expertos ofrecen conclusiones elaboradas tras el análisis de un cúmulo de trabajos a menudo cuantiosos y seguramente inabarcables para el médico asistencial ,que pretende estar medianamente actualizado en todos los temas de su especialidad y en este sentido son de incuestionable valor.
No es menos cierto que suelen tener el sesgo de intereses económicos y políticos no solamente cuando los autores tienen conflicto de intereses por recibir retribución monetaria de la industria farmacéutica sino también cuando son producidos por instituciones públicas o gubernamentales, con el confeso o encubierto objetivo de conducir las modalidades terapéuticas en una determinada dirección, en general por razones económicas y de poder.
No es menos cierto que suelen tener el sesgo de intereses económicos y políticos no solamente cuando los autores tienen conflicto de intereses por recibir retribución monetaria de la industria farmacéutica sino también cuando son producidos por instituciones públicas o gubernamentales, con el confeso o encubierto objetivo de conducir las modalidades terapéuticas en una determinada dirección, en general por razones económicas y de poder.
Del mismo modo que se puede manipular el resultado de una encuesta al seleccionar la muestra, se puede manipular un “consenso de expertos”. Dicho de otro modo, reunir una veintena de amigos ideológicos para fundamentar lo que quiero hacer ó decir, dista mucho de convocar a un grupo de expertos para discutir un tema en profundidad.
Nuestra empresa , el Servicio Público de Salud del SESCAM, también hace algo parecido,cuando , basándose en supuestos consensos de expertos ,hace una guía
farmacoterapéutica y establece unos incentivos de más de 3000 euros a los fieles que la sigan. Y aunque no lo parezca, hay muchos que se hacen fieles al SESCAM sólo para cobrar los 3000 euros, sin que les importe la calidad de la prescripción ni el cumplimiento del tratamiento por parte de los pacientes. Antes , demonizábamos a los médicos que hacían pucherazo con las empresas farmacéuticas y hoy ocurre lo mismo pero con el patrocinio del propio Servicio Público de Salud. ¿Porqué no financiar sólo aquello que suponga un verdadero avance terapéutico? ¿Porqué se acepta el registro (cobrándolo, claro) de fármacos que luego no suponen ninguna innovación y posteriormente se presiona a los profesionales para que no se prescriban bajo un incentivo indecente? ¿Hay alguien que evalúe a los profesionales que cobran el incentivo para ver si tienen mejores ratios en salud? ¿O si esa prescripción se adecúa a los diagnósticos que se hacen?. Me temo que esto no es mas que otra medida de políticos para tener buenos resultados en sus cuentas olvidando que nuestro trabajo no se atiene a esos parámetros y que nuestros fines son otros muy distintos.Con esto no quiero decir aquello de que la salud no tiene precio, pero sí que lo que cuesta debe ser medido con otros indicadores.
farmacoterapéutica y establece unos incentivos de más de 3000 euros a los fieles que la sigan. Y aunque no lo parezca, hay muchos que se hacen fieles al SESCAM sólo para cobrar los 3000 euros, sin que les importe la calidad de la prescripción ni el cumplimiento del tratamiento por parte de los pacientes. Antes , demonizábamos a los médicos que hacían pucherazo con las empresas farmacéuticas y hoy ocurre lo mismo pero con el patrocinio del propio Servicio Público de Salud. ¿Porqué no financiar sólo aquello que suponga un verdadero avance terapéutico? ¿Porqué se acepta el registro (cobrándolo, claro) de fármacos que luego no suponen ninguna innovación y posteriormente se presiona a los profesionales para que no se prescriban bajo un incentivo indecente? ¿Hay alguien que evalúe a los profesionales que cobran el incentivo para ver si tienen mejores ratios en salud? ¿O si esa prescripción se adecúa a los diagnósticos que se hacen?. Me temo que esto no es mas que otra medida de políticos para tener buenos resultados en sus cuentas olvidando que nuestro trabajo no se atiene a esos parámetros y que nuestros fines son otros muy distintos.Con esto no quiero decir aquello de que la salud no tiene precio, pero sí que lo que cuesta debe ser medido con otros indicadores.
. Es bueno y hasta imprescindible, contar con el conocimiento de aquellos que se han esforzado en abrir caminos en el bosque de la ignorancia pero lo que sostengo, es que el médico, al igual que todo hombre que busca la verdad, cualquiera que sea el camino elegido, no renuncie a su derecho inalienable y a su obligación de pensar por sí mismo.
“Donde todos piensan igual, nadie piensa mucho” dice un viejo y sabio proverbio.