He retrasado hasta hoy
escribir en este apartado porque, a mi juicio, es el más
difícil de plasmar. De hecho
estoy escribiendo ahora porque no confío en que alguien lea esto y sólo tengo
que enfrentarme a la pantalla
Lo primero que uno aprende
en esta profesión es que no se trabaja de médico,
eres médico en un sentido
literal y profundo. No dejas de trabajar aunque estés en casa, sigues siendo
médico de tu familia, amigos y recomendados, tienes que estudiar toda tu vida,
te llevas a casa las preocupaciones de esos pacientes que no tienes muy claro
que tienen o cómo puedes curarlos... Dicen que los médicos vivimos menos que el
resto de la población y estoy convencido de que esta no es una vida muy sana,
pero amo profundamente esta profesión y no creo que haya dinero en el mundo
para pagar a un buen médico.
Hace 18 años que empecé a
sentirme médico en el mismo hospital en el que
ahora trabajo. Comencé la
residencia en un Servicio con auténtica vocación de
"servicio". Todos
creíamos en que ser médico conllevaba un espíritu de servicio a los pacientes,
a la docencia y a la investigación. Trabajaba 12 horas diaria, no libraba las guardias
y mis ratos libres los dividía entre el estudio y la diversión (estaba en los veintitantos).
Era muy difícil sacar el MIR, estudiabas como un energúmeno y, a veces, conseguías
la plaza que querías en el hospital que querías. A cambio, cuando terminabas,
podías conseguir trabajo con cierta facilidad y te hacían un contrato mínimamente
decente. Muchas veces, al volver a casa durante la residencia, agotado hasta la
extenuación, me dije que merecía la pena, sentía que el hospital era mi casa,
que el Servicio era parte de mi familia, y que luchaba por unos pacientes que
eran míos, aunque no tuviera todas las
tecnologías puntera ni los medios más modernos.
Mucho antes de que viniera
la crisis vinieron los políticos, las trasferencias de
sanidad y los burócratas.
Dijeron que no éramos eficientes, qué había que medirlo todo, mejorarlo todo, disminuir
las estancias medias, hacer juntas de compras, más informes y contrainformes.
La solución a todo era la centralización. La Consejería daría las
órdenes a los gerentes, los gerentes a los jefes de Servicio y éstos a nosotros
para que pudiéramos atender a los pacientes y mejorar la eficiencia del sistema.
La burocracia aumentó (de hecho aumentaron los burócratas), la rigidez de la centralización
nos hizo más ineficientes y, lo peor, es que transformaron gran parte de la
labor médica en pura burocracia (ineficiente).
Como los políticos y
burócratas no eran médicos, se les ocurrió la brillante idea
de transformar el sistema
sanitario en un sistema de producción o en una empresa de servicios. En ese
momento, los médicos pasamos a ser meros "proveedores de servicios
médicos" y los pacientes a ser "clientes", "usuarios de
servicios sanitarios" o "usuario-cliente". Quizás nadie pensó
que la relación médico-paciente era demasiado especial para incluirla en dicha
categoría, que el paciente se encuentra en una situación especial y distinta a
la de un usuario y que el médico no puede actuar como un simple proveedor de servicios
porque es "mucho más". La única consecuencia real de esta idea fue
negativa, algunos pacientes o "usuarios" confundieron el derecho a asistencia
con el derecho a la salud y exigían al médico como si todo estuviera
permitido en la barra libre
de la sanidad. Incluso cuando intentabas explicar a un paciente que tal prueba no
estaba indicada, te podías ver forzado a indicarla porque había reclamado a
instancias superiores. Esta idea del "usuario satisfecho" que exige lo
que a su juicio es necesario para que le curen, ha desplazado al médico de la
toma de decisiones y de una parte central de la relación médico-paciente. Cada
vez se hace más difícil ser médico .
Como la Sanidad ha sido y sigue
siendo en nuestro país un problema más
político que sanitario, se
promete a cada español tener un hospital al lado de casa, un cirujano cardiaco,
un neurocirujano, un centro de transplante no en su provincia, sino en su
ciudad o en su barrio. Daba igual si estaban todos estos médicos bien preparados,
si el gasto sería excesivo si no había planificación. Eran tiempos de bonanza
económica y había que hacer más hospitales (no tuvieron tanto afán con los centros
de rehabilitación, residencias de ancianos u hospitales de crónicos). Además teníamos
que tener muchos más médicos, más especialistas, sin planificación sanitaria ni
control de recursos. El número de MIR aumentó, no era preciso pasar una adecuada
auditoría docente, no había que prever si podríamos contratarles después, sólo
había que aumentar el número de residentes. De hecho constituían una buena solución
para todo, había que contratar menos especialistas porque parte del trabajo
lo hacen ellos y con un
salario menor y cuando terminen, si son más de los
necesarios, los mantenemos
en una bolsa de paro con lo que bajamos más los
sueldos de los médicos en
las empresas y aseguradoras médicas privadas y podemos contratarlos en la
pública con contratos precarios, absurdos, haciendo guardias cuando trabajan a
jornada completa. Cualquier cosa valía.
Finalmente llega la crisis y
hemos gastado en este país tanto en tantas cosas,
se ha enriquecido tanta
gente (sobre todo especulando, no produciendo nada
concreto) y se ha gestionado
tan mal, que no hay dinero para nada. Así que es hora de hacer recortes, de
gastar menos y de prisa. Con tanta rapidez sólo se nos ocurre rebajar los
sueldos, quitar personal médico, recortar prestaciones... Pero es esta la solución?
Hoy en día es difícil ser
médico en este país. De hecho, las cifras deparo para
muchas especialidades se
multiplicarán en los próximos años(no se piensan cubrir las bajas y
jubilaciones y no van a hacer más centros sanitarios), pero nadie piensa en disminuir
drásticamente el número de residentes ni de estudiantes de medicina.
Algunas especialidades
llegarán fácilmente a cifras superiores al 50%. A los
residentes que ahora
empiezan les recomiendo que aprendan un par de idiomas para la eventualidad de
irse a trabajar a otros países, pero aún así formarlos es muy caro para un país
en una crisis tan profunda. Además no podemos perder este capital humano,
personas inteligentes, trabajadoras y capaces, qué dolor!!
Es una crisis, sí, pero
también es una crisis de valores y debemos aprender
para cambiar tantas cosas.
No quiero decir a mis hijos que lo que tienen que hacer en la vida es tener un
carnet de un partido o un sindicato, no quiero decirles que lo bueno es
especular, defraudar a hacienda y que, aunque estafen, si es mucho dinero no
irán a la cárcel. Quiero poder decirles como me dijo a mí mi padre, que
estudien, que tengan una carrera, que sean médicos, aunque los problemas de sus
pacientes no les dejen descansar. Hoy en día esto nos posible en nuestro país.
Las crisis son duras, pero
pueden ser buenas oportunidades para cambiar.
Creo que tenemos que cambiar
muchas cosas y una de estas es el papel del médico en la sociedad y en el
sistema sanitario español. Podemos dejar que hagan todos estos recortes, que
los hagan personas que no saben lo que es un paciente, una consulta o un
bisturí, que destrocen todo esto que nos ha costado tanto conseguir al intentar
salvarlo a su manera, o podemos levantarnos y dar un paso adelante.
Es el momento
para que los médicos que no hemos hablado hasta ahora lo hagamos de una forma
seria, contundente y que volvamos a ser lo que siempre tuvimos que ser: médicos.
Pedro González,
Neurocirujano, Hospital Universitario Doce de Octubre. Madrid