El otro día por fin vi Patch Adams, después de años de tenerla
pendiente. Muchos la calificarían de ñoña, lo sé; pero un médico con
verdadera vocación de serlo no puede dejar de sacar conclusiones
provechosas de ella.
Al principio de la trama Hunter (Patch) Adams es un hombre sin esperanza que intenta suicidarse e ingresa voluntariamente en una clínica psiquiátrica. Es allí cuando decide irse a estudiar medicina. Patch le dice a su psiquiatra: «Me voy. Quiero ayudar a las personas. Anoche con Rudy conseguí conectar con otro ser humano. Quiero repetirlo. Quiero conocer a las personas y quiero ayudarles con sus problemas». «Eso es lo que yo hago» responde el psiquiatra. «Pero no tiene ni idea. Ni siquiera mira a las personas cuando le hablan. Yo quiero escuchar, es decir, escuchar realmente a las personas».
Hoy Julio me ha contado que le han diagnosticado un cáncer de colon hace 15 días. Con metástasis en riñón e hígado. Que se encontraba genial, vital, en uno de sus mejores momentos. Desde que le dieron la noticia ha sido como si la enfermedad le hubiera noqueado: no come, solo le apetece estar en la cama. Sus hijos y él no dejan de llorar.
Yo disponía de 5 minutos para atenderle. Me he sorprendido a mí misma mirando a la pantalla de ordenador mientras empezaba a contarme todo esto... sí, sin mirarle si quiera.
De pronto, he reaccionado: me dan igual los 5 minutos. Me da igual oír resoplar a los demás pacientes al otro lado de la puerta por la tardanza. Me da igual que no haya paga extra de Navidad. Que sea suplente y quizá no tenga trabajo a partir de octubre. Me da igual todo eso en este preciso momento.
Ahora solo estamos el paciente y yo, y el clima de confianza y empatía que entre los dos, sin conocernos de nada antes de que entrara en la consulta, hemos creado en unos segundos.
Dudo que todos los burócratas y políticos que deciden por nosotros hayan sentido alguna vez en su trabajo una satisfacción parecida a la que he vivido hoy hablando con Julio durante 20 minutos. Mirándole a los ojos. Escuchando sus miedos, sus dudas, su tristeza. Momentos cruciales, mágicos, en los que recuerdo por qué elegí esto; consigo conectar con otro ser humano y creo, o esa ha sido mi impresión y lo que Julio me ha asegurado, que hasta consigo darle algo de esperanza y calma.
Soy médico de familia. La profesión más bonita del mundo.
«Oiga, Patch... Me recuerda a mí cuando acabé la carrera, todo fuego, intentando salvar al mundo... Pero después se pierde algo de gas... El sistema es como es: no es perfecto, pero es lo único que tenemos.» «¿Por qué tiene que ser lo único que tenemos? ¿Por qué no cambiarlo?». (Patch Adams. 1998. Universal Pictures)
Al principio de la trama Hunter (Patch) Adams es un hombre sin esperanza que intenta suicidarse e ingresa voluntariamente en una clínica psiquiátrica. Es allí cuando decide irse a estudiar medicina. Patch le dice a su psiquiatra: «Me voy. Quiero ayudar a las personas. Anoche con Rudy conseguí conectar con otro ser humano. Quiero repetirlo. Quiero conocer a las personas y quiero ayudarles con sus problemas». «Eso es lo que yo hago» responde el psiquiatra. «Pero no tiene ni idea. Ni siquiera mira a las personas cuando le hablan. Yo quiero escuchar, es decir, escuchar realmente a las personas».
Hoy Julio me ha contado que le han diagnosticado un cáncer de colon hace 15 días. Con metástasis en riñón e hígado. Que se encontraba genial, vital, en uno de sus mejores momentos. Desde que le dieron la noticia ha sido como si la enfermedad le hubiera noqueado: no come, solo le apetece estar en la cama. Sus hijos y él no dejan de llorar.
Yo disponía de 5 minutos para atenderle. Me he sorprendido a mí misma mirando a la pantalla de ordenador mientras empezaba a contarme todo esto... sí, sin mirarle si quiera.
De pronto, he reaccionado: me dan igual los 5 minutos. Me da igual oír resoplar a los demás pacientes al otro lado de la puerta por la tardanza. Me da igual que no haya paga extra de Navidad. Que sea suplente y quizá no tenga trabajo a partir de octubre. Me da igual todo eso en este preciso momento.
Ahora solo estamos el paciente y yo, y el clima de confianza y empatía que entre los dos, sin conocernos de nada antes de que entrara en la consulta, hemos creado en unos segundos.
Dudo que todos los burócratas y políticos que deciden por nosotros hayan sentido alguna vez en su trabajo una satisfacción parecida a la que he vivido hoy hablando con Julio durante 20 minutos. Mirándole a los ojos. Escuchando sus miedos, sus dudas, su tristeza. Momentos cruciales, mágicos, en los que recuerdo por qué elegí esto; consigo conectar con otro ser humano y creo, o esa ha sido mi impresión y lo que Julio me ha asegurado, que hasta consigo darle algo de esperanza y calma.
Soy médico de familia. La profesión más bonita del mundo.
«Oiga, Patch... Me recuerda a mí cuando acabé la carrera, todo fuego, intentando salvar al mundo... Pero después se pierde algo de gas... El sistema es como es: no es perfecto, pero es lo único que tenemos.» «¿Por qué tiene que ser lo único que tenemos? ¿Por qué no cambiarlo?». (Patch Adams. 1998. Universal Pictures)
2 comentarios:
¿Sabes lo mejor? Que Patch Adams es una persona real con una institución real que aboga por la medicina más humanística que existe. Yo decidí ser médica cuando vi esa película. Me alegra mucho que haya otros médic@s a los que también les haya marcado su forma de hacer las cosas. :) Un saludo!
Gracias Belén . a mí también me alegra que haya gente como tú, sensible a estas cosa. Un saludo
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