La Utopía

Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.

¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve: para caminar
.
(Ventana sobre la Utopia. Eduardo Galeano.

CREO EN LA UTOPIA PORQUE LA REALIDAD ME PARECE IMPOSIBLE

martes, 1 de abril de 2008

Incongruencia de estatus

El estatus social en sociología describe el honor y prestigio social que conceden a un determinado grupo otros miembros de su sociedad. Los grupos de estatus conllevan por lo general un estilo particular de vida, es decir pautas de comportamiento que siguen sus miembros. El privilegio que concede una posición puede ser positivo o negativo. El estatus permite, en las relaciones interpersonales, saber el marco o conjunto de comportamientos que se espera de ambos actores sociales. El estatus varía según el tiempo y el grupo al que se pertenece. Al estatus también está asociado un grado o nivel de prestigio determinado que esta distribuido en forma diferencial de acuerdo al que la persona tiene. Sin embargo, se pueden producir una inconsistencia de estatus social cuando se produce discrepancia entre como el estatus es valorado en una área en relación a otra. La mayoría de la población desprecia o rechaza a los que ocupan la posición de parias.

El nivel de estatus se representa socialmente en multitud de signos externos que, como la comunicación no verbal, muy pocas veces engañan. Tienen que ver con el control del tiempo y con la comodidad. El jefe de una empresa, aunque trabaje mucho, tiene más control sobre su trabajo que su subordinado (por eso suele estresarse menos) a la vez que muchas más comodidades (despacho más grande, mayor nivel de información, posibilidad de contratar ayudantes, facilidad para los desplazamientos, mayor sueldo, etc).

Sociología, Anthony Giddens. Alianza editorial Ciencias sociales 2000
Wikipedia


Tengo 50 años y llevo 23 trabajando en el sistema de salud. Estoy de guardia en un cuchitril que huele mal, es oscuro y está sucio. La gente no para de venir desde las tres de la tarde con consultas triviales que tiene desde hace días y que pretende solucionar en el momento porque es su derecho o eso creen, ya que nadie les ha dicho como deben utilizar este servicio. Esta mañana he visto 70 pacientes en la consulta de mi cupo porque al parecer alguien ha decidido que las agendas tienen que estar abiertas hasta el final de la mañana para cualquier cosa, sea importante o no. Esta tarde-noche puedo ver otros cuarenta (las otras dos compañeras verán otros tantos) incluidas urgencias graves o avisos a domicilio igualmente triviales. Me traigo la bata y el pijama de casa y si ahora me mancho de sangre tendría que ir a cambiarme a casa y lavar la ropa en mi lavadora porque aquí no hay lencería (solo sábanas). Los dormitorios son comunes para dos o tres personas y por supuesto nos tenemos que hacer la cama. El techo de algunos dormitorios está agujereado y a veces corren las ratas. En algún caso de los agujeros gotea un líquido oscuro y hay que poner toallas en el suelo para que no haga ruido y permita dormir. En otros dormitorios hay almacenado material sanitario que apesta un aire que se puede cortar con un cuchillo. Solo hay una ducha para todos, en la que no nos podemos duchar nadie, y una raquítica sala de estar en la que apenas cabemos todos los de la guardia a la vez, al menos 10 personas. Teóricamente hay que comer en una antigua biblioteca sin ventanas y atestada de legajos llenos de telarañas. Cuando salimos a domicilio conducimos un coche oficial al que los guardias municipales ponen multas a nuestro nombre, si está mal aparcado (y no es fácil aparcar en la ciudad si uno va aun aviso). Al parecer en años nadie se ha preocupado de solucionar ese problema. Los pacientes se sientan en sillas azules llenas de lamparones por vómitos antiguos o recientes. Esto ocurre en el único servicio de urgencias de atención primaria de C.Real, una ciudad de casi setenta mil habitantes casi veinte años después del inicio de la reforma de la atención primaria.

Nos pueden contar cuentos pero deberíamos atender a los signos de estatus como atendemos a un leve crepitante en un paciente con tos y fiebre. La importancia real que tenemos tiene que ver con la comodidad con la que podemos hacer nuestro trabajo, con lo que esperan de nosotros nuestros pacientes. ¿A alguien se le ocurriría decir que un (buen) cirujano puede operar en una mañana lo mismo 5 que 15 pacientes?, ¿se lleva la lencería a lavar a su casa?, ¿se dejaría operar por él alguien importante?. ¿A alguien se le ocurre que un cardiólogo puede ver 50 pacientes en una mañana?, ¿ve esos pacientes algún cardiólogo relevante?. Quizá todo puede ocurrir en este país. Pero no es lo normal. Por eso existen las peonadas y las listas de espera en los hospitales. Sí lo es en atención primaria. Y la situación va a empeorar porque faltan médicos y los cupos se acumulan cada día en mayor número. Aunque entre nosotros cada vez haya más diferencias de estatus y desde el que tenemos observamos lo que ocurre a los demás como por el ojo de una cerradura.

Podemos dejarnos intoxicar por cuentos; por alma-atas de chocolate; por milongas de que somos la puerta de entrada más eficiente y mejor valorada de la mejor sanidad pública del mundo. Pero deberíamos observar nuestros signos de estatus. Preguntarnos porqué mucha gente piensa que una consulta de primaria la pasa cualquiera (y la pasa cualquiera otra cosa es cómo); porqué no se da por supuesto que se precisa de un cierto tiempo para hacer bien las cosas que se supone que un médico de familia hace; porque no se procuran ciertas condiciones de comodidad y control que permitan limitar los errores y propiciar la formación y el desarrollo profesional a largo plazo; porque se nos pone en una situación en la que ineludiblemente se producen conflictos irresolubles que van deteriorando nuestro prestigio y nuestro carácter; porqué tenemos que estar peleando siempre por lo evidente, por lo básico, contra lo más cutre, por no ser la bolsa de basura de todo el sistema; porqué en esta situación precisamente sobreviven mejor los peores profesionales y los peores gestores.

Me he creído cuentos. He contado cuentos. Pero quizá ha llegado el momento de prestar atención a los hechos. Solo a los hechos. Y avanzar desde ahí paso a paso. Una lista de pacientes razonable; lencería adecuada; información clara de lo que servicio de salud puede ofrecer realmente a la población por quien corresponde hacerlo; respeto por nuestro trabajo y por nuestra salud, buenas instalaciones; valoración del trabajo bien hecho, … algunos miles de euros para asesores externos que nos procuren ideas frescas, signo inequívoco de estatus (http://www.elpais.com/articulo/espana/Generalitat/rebaja/euro/contratos/burlar/ley/elpepiesp/20080330elpepinac_7/Tes