La Utopía

Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.

¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve: para caminar
.
(Ventana sobre la Utopia. Eduardo Galeano.

CREO EN LA UTOPIA PORQUE LA REALIDAD ME PARECE IMPOSIBLE

jueves, 22 de enero de 2009

Recuerda

Hace poco volví a ver “Recuerda”, la magnífica película de Alfred Hitchcock, en la que Gregory Perck interpreta a un médico con amnesia que cree ser culpable de un asesinato. Ingrid Bergman, una joven psiquiatra enamorada de él en la película, trata de bucear en su inconsciente a través de sus sueños (a los que Dalí pone decorados alucinantes para dramatizarlos) y de lo que desencadena su angustia hasta el desmayo (la visión de rayas negras y blancas) para conseguir que recuerde lo que en realidad pasó, lo único que podría liberarlo de su culpa y curarlo, demostrando de paso su inocencia. La película realizada en 1945 cuando el psicoanálisis estaba muy de moda en EE.UU parte de la hipótesis psicoanalítica de que tendemos a olvidar las circunstancias muy traumáticas, como un mecanismo de defensa, y a veces eso causa patología mental que solo puede ser mejorada haciendo que emerjan los recuerdos reprimidos.

De una hipótesis parecida parten las “Terapias de recuperación de memoria” que se pusieron muy de moda en los años 90 del siglo pasado. Un paciente podía acudir a una consulta con síntomas de ansiedad relacionados con algún problema de la vida, por ejemplo un divorcio. Entonces el psiquiatra lo sometía a hipnosis, a medicaciones psicotrópicas e incluso era ingresado en algunas periodos en una clínica de salud mental. Y tras un tiempo comenzaba a recordar, por ejemplo, que había sufrido abusos sexuales en la infancia y que había participado en actos de canibalismo. Según el psiquiatra estas experiencias traumáticas habían generado en la psique del paciente toda una gama de personalidades diferenciadas llamadas alters (del latín alter, otro), un Trastorno de personalidad múltiple (TPM). La curación pasaba por dar voz a estas personalidades, por animarlas a expresarse a pesar de que fueran una fuente de angustia al paciente. Incluso en casos de abuso algunos pacientes eran animados a denunciar judicialmente a los familiares implicados. Curiosamente este tipo de diagnóstico comenzó a dispararse a partir de una película Sibil (1973) sobre un caso de TPM. Hasta entonces no llegaban a 50 los casos de TPM asociados a abuso infantil. En 1994 el número se habían disparado hasta llegar a 40.000.

Sin embargo a partir de un determinado momento comenzaron a llover las denuncias de los pacientes que no solo no mejoraban sino que estaban peor, y muchos comenzaron a sospechar que esos recuerdos habían sido implantados por sus psiquiatras. La Asociación Psiquiátrica Americana (APA) tuvo que intervenir y advertir a los pacientes de la escasa fiabilidad y probable iatrogenia de este tipo de terapias. Incluso decidió sacar de la última revisión del DSM-IV la categoría de Trastorno de Personalidad Múltiple y cambiarlo por el de Trastorno de Identidad Disociativa. Los juicios, que dieron lugar a fuertes indennizaciones, sacaron a escena las grabaciones de la terapias donde podía apreciarse la psicodramatización de las situaciones traumáticas y cómo era posible que esa “imaginología dirigida” hubiera podido producir cambios permanentes en el cerebro similares a los de síndrome de estrés postraumático, con afectación de la amigdala, corteza prefrontal medial e hipocampo. Los pacientes tenían con frecuencia crisis de pánico ante ciertos desencadenantes: por ejemplo, un cabello en una pizza rememoraba un acto de canibalismo, el humo del tabaco las quemaduras que supuestamente le había infligido su tio, etc.

Frente a la hipótesis de que los recuerdos traumáticos tienden a olvidarse, actualmente todas las investigaciones parecen probar lo contrario. La excitación emotiva tiende a reforzar los recuerdos, quizá porque la memoria trata de recordar situaciones amenazantes para tratar de evitarlas en el futuro. Por otra parte una amplia revisión de investigaciones llevadas a cabo por Richard Bryan de la Universidad de Nueva Gales del Sur y Anke Ehlers, del King´s College han demostrado que la rememoración de experiencias traumáticas al poco de un acontecimiento aterrador puede provocar un estrés innecesario e impedir la recuperación del equilibrio mental. A veces el olvido puede constituir la mejor solución para recuperar la salud mental.

Uno de los problemas con nuestros recuerdos es que al cerebro le puede costar trabajo diferenciar cuales están basados en experiencias reales y cuales se deben a experiencias no reales inducidas por diversos medios (por ejemplo películas o referidas por otros). Elisabet F. Loftus y Jacqueline E. Picker diseñaron en 1995 un estudio curioso sobre 24 voluntarios. Se pusieron en contacto con su familias y tras recopilar información sobre sus vidas elaboraron un librito de recuerdos que contenían acontecimientos reales de su infancia junto con una historia inventada según la cual se habían perdido en un centro comercial cuando contaban cinco años de edad. El 29% de los sujetos “recordaba” el suceso falso e incluso eran capaces de referir detalles del mismo.

A veces he pensado que en muchas ocasiones he sufrido de forma intensa o tenido pesadillas por cosas que nunca he vivido. La sugestionabilidad es una característica muy importante en el ser humano (sobre todo de algunos) y puede ser fuente de todo tipo de manipulaciones como se ha demostrado históricamente. Cuando confluye un determinado tipo de estímulos culturales, un “sanador” con carisma y seguridad en sí mismo y un paciente sugestionable la manipulación emocional potencialmente iatrogénica puede estar cantada. Los casos extremos de Rasputín(http://www.drugfarma.com/spa/sexologia/02numerosanteriores/numero4_2007/07reflexiones_sexologia/01.asp), Karaczid y la de tantos otros con parroquia incondicional, algunos con títulos médicos relumbrantes son un ejemplo que se repite una y otra vez a lo largo de distintas épocas.

Lo que recuerda que aunque el constructivismo impregna muchas de las corrientes psicoterapéuticas nunca hay que perder de vista el valor de los hechos objetivables y una saludable actitud científica a pesar de lo brillante o elocuente que parezca un determinado discurso. Y también una permanente mirada crítica ante lo que hacemos. Estos hechos que serán revisables ocurrieron hace apenas una década y no se han leido grandes análisis críticos en la literatura médica. Siempre me ha llamado la atención la aparente naturalidad con la que los médicos encajamos nuestros errores. Y quizá en este momento estemos haciendo cosas que serán motivo de escándalo dentro de unos años.

La principales ideas de este post está sacadas del artículo: Lambert K, Likienfeld. Borrones mentales. Mente y cerebro nº 34 /2009.