La Utopía

Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.

¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve: para caminar
.
(Ventana sobre la Utopia. Eduardo Galeano.

CREO EN LA UTOPIA PORQUE LA REALIDAD ME PARECE IMPOSIBLE

miércoles, 23 de julio de 2008

Amarcord


Entonces los inviernos eran muy fríos o al menos eso me parecía a mí. Antes de entrar a clase había que hacer fila en el patio, "cubrirse", extender el brazo hasta el hombro del compañero de delante para alinearse exactamente con él y esperar la orden del profesor para desfilar escaleras arriba, hasta una clase acristalada que todavía no habían caldeado los radiadores, lo que notábamos durante mucho tiempo en nuestras manos, frías como témpanos. A veces, cada trimestre, aparecía en algún momento de la mañana el director del colegio, un cura de sotana con gesto intimidatorio y manos blancas, que iba leyendo las notas de cada uno. Primero el nombre, luego ponerse de pie, luego soportar los elogios o los reproches, todo en riguroso silencio. Uno a uno, por número, en fila, como al entrar, el orden de la clase, el primero de la clase, el segundo, el tercero.... Pero a pesar de todo el número de la fila podía cambiar y a veces cambiaba, con el tiempo.

La mañana debía ser luminosa y tibia, de finales de junio, pero no la recuerdo. Sí, en cambio, el traqueteo del tren que entonces tardaba cuatro horas a Madrid, el olor espeso y dulzón del metro hasta Moncloa, la entrada de la Facultad de Medicina de la Complutense llena de pintadas, algunas tachadas con aspas de pintura negra. Iba con un amigo en mis mismas circunstancias. Entonces los padres no nos acompañaban a hacer la matricula, aunque en ese viaje solo íbamos a ver si habíamos obtenido plaza. El futuro, a veces, está contenido en un puñado de folios pinchados en un tablón de corcho. Era el curso 75-76 e iba a ser el primero en que pidieran una nota mínima para entrar en medicina. La nota de corte fue de 5,5 y mi amigo en aquel momento se quedaba fuera. Tenía un expediente excelente pero había tenido mala suerte en el examen de selectividad que había sustituido el año anterior al que se hacía al final de "Preu". Nos sentamos un rato en un banco junto a la escultura del caballo que hay frente a la facultad, justo al lado de donde luego, durante todo el curso, apostaban sus coches "los grises". Creo que hablamos poco. Yo estaba contento pero a la vez me sentía un poco culpable por ello. También era vagamente consciente de la fragilidad del destino y sentía algo parecido al miedo. Eran otros tiempos. Los estudiantes hicieron un amago de huelga y al final entró todo el mundo. 2.800 aproximadamente solo en la Complutense. Mi amigo es ahora un magnifico médico de familia. Tuvo su oportunidad. Podía no haberla tenido.

Hace unos días salieron las notas de corte para entrar en medicina. Un chaval con un 8 quizá no tenga opciones de entrar en ningún sitio. Una centésima puede definir una vida y la medida tiene una objetividad relativa. Y deja fuera muchas variables. El entusiasmo por ejemplo o la vocación si queremos utilizar otro nombre, quizá pasado de moda, pero para mí determinante. El destello por el que reconozco a un colega. Ese punto de locura que hace que haya gente que disfrute haciendo guardias, por muchos años que hayan pasado. La motivación que hace que la gente no deje de estudiar por las noches durante toda la vida.


Y quizá no haya muchas diferencias de aptitud o conocimiento entre notas tan altas. De nuevo se pone en fila a los chicos, se los numera pero no se les da la opción de intentarlo de nuevo o se les pone muy difícil. No existe la posibilidad de hacer el primer curso de una carrera similar y luego cambiarse si se aprueba (esto fue posible durante muchos años); repetir la selectividad solo sirve en todo caso para entrar el curso siguiente, se pierde un año, y si se hace una carrera similar ni siquiera es seguro que te convaliden asignaturas idénticas, en unos sitios sí, en otros no, depende. No se sabe muy bien de qué.


Curioso país. Primero de manera estúpida se convence a los chicos, sobre todo a los que estudian en la educación pública, de que las notas, el conocimiento y el esfuerzo son lo de menos, que lo principal es relacionarse y ser majos y llevarse bien con los psicopedagogos y todo eso. Luego resulta que para algunas carreras se pide una nota de selectividad por encima del 8,5 y hay una exigencia extrema en algunas de ellas. Encima si un chaval tiene una mala racha en los años de bachillerato y tiene problemas en casa o se enamora o le da por leer a Flaubert (escritor del que nadie le hablará en su vida académica) tendrá siempre cerrado el acceso a ciertos estudios. Pensemos en cuantos médicos excepcionales o simplemente razonablemente buenos no fueron bachilleres brillantes, ni siquiera sacaron una carrera brillante. Pensemos en cuantas notas brillantes se desinflaron al poco tiempo o les faltan cualidades sin las que uno simplemente no es médico.


Curioso país. Van a faltar médicos durante muchísimos años pero se limitan las plazas más que nunca; se alarga el número de años para poder ejercer (¡hasta 10! ¿Es más difícil aprender medicina que ingeniería?, ¿cómo es posible que no se pueda trabajar con un título oficial de licenciado? ) y se acepta que trabaje cualquiera que venga de fuera sin homologar su titulación y sin especialidad de ningún tipo para ejercer de médico de familia. Nuestros médicos por otro lado se van a trabajar fuera; nuestros investigadores abandonan, aburridos después de años de becas de hambre.


Sé que de alguna manera hay que seleccionar a la gente para que ocupe unas plazas que siempre son limitadas. Se que cualquier sistema de selección siempre será imperfecto y puede dejar fuera a gente válida, aunque unos son más objetivos que otros. Pero creo que lo que está pasando es una locura, que hay muchos intereses ocultos (o no tanto, basta seguir algunas estrategias, algunas declaraciones), o simplemente mucha estupidez o incompetencia o inmoralidad. ¿Dónde están los que durante tantos años nos decían que sobraban tantos médicos?, ¿dónde están los que han ido planificando a lo largo de los últimos años el número de alumnos que entraban en medicina sin tener en cuenta la necesidad real de profesionales?. ¿Se ha planificado algo realmente?. ¿Por qué todo el mundo está tan resignado?.


Como siempre tengo la sensación de que hay gente que, por una razón u otra, no se ve afectada por estas circunstancias. El sistema aunque parezca lo contrario es farragoso y con zonas de opacidad. Y hay gente que siempre tiene una oportunidad en las universidades privadas donde prima el factor económico, los contactos, y mucho menos la nota de selectividad. Y quizá algo más porque ¿a quien pertenecen las universidades privadas que imparten medicina en España?. ¿Por qué no hay más (y de otros colores) que aumenten la oferta?


El joven estudiante del que hablaba el otro día ha entrado este año en medicina (aunque todavía no sabe donde acabará, hay que esperar una larga serie de reubicaciones) pero tengo la misma ambivalencia emocional que aquella mañana de hace treinta años (¡treinta años!). Una mezcla de felicidad y desasosiego. De incertidumbre y entusiasmo.