La Utopía

Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.

¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve: para caminar
.
(Ventana sobre la Utopia. Eduardo Galeano.

CREO EN LA UTOPIA PORQUE LA REALIDAD ME PARECE IMPOSIBLE

miércoles, 17 de febrero de 2010

El médico debe dar buena impresión


En el blog de Morri (El Mundo está loco) he leído esta entrada que paso a transcribiros al pié de la letra porque no tiene desperdicio:


Por alguna razón inexplicable los médicos generan cierta desconfianza entre la población. O por lo menos entre cierto tipo de personas como esos adictos a la medicina natural que cura todo menos lo que te pone enfermo.

Sin ir más lejos, a los médicos se les apoda matasanos como si cuando vas a ver a un médico te pusiera él enfermo y no que tú lo estuvieras y no lo supieras. La gente dice: "No, no ¡cof! voy al hospitalggh ¡aaatjó!, que luego mecff ¡atjó! ¡cof! encuentran de todo con lo bien que estoyggshh ahoracfff". ¡No! ¡No voy a la peluquería que luego resultará que tengo el pelo largo y me lo cortan!

Aún así, hay médicos y médicos, y siempre hay quien te genera más confianza y quien menos, con lo cual los doctores siempre tienen que mantener ciertas formas para dar una buena impresión. Como por ejemplo sacar las recetas con una HP. Y este es el chiste malo del día, pueden guardar sus escopetas recortadas. Por favor. Gracias.

Por ejemplo tú vas a una consulta privada de un médico en su casa, o a un dentista, ¿y qué tiene colgando en las paredes? Diplomas. Libros. Y no Crepúsculo, no. Un montón de tochos de medicina. Que a lo mejor no los leyó, a lo mejor están huecos; pero están ahí. Y más diplomas por aquí y por allá, que no sabes de donde sacó el tiempo para sacar tantos títulos. Tiene más títulos hasta que Guardiola. El acabóse. Ahora imaginad la misma casa, del mismo médico, pero todo repleto de San Pancracios, patas de conejo, atrapasueños, dientes de niño y una lanza y un escudo de una tribu africana. Pues hay gente que esto último le inspira más confianza. A mí no, la verdad. Aunque los diplomas no sean garantía de nada. Nadie llama al Ministerio de Educación a comprobar si esos títulos son de verdad. La verdad es que nadie se acerca a mirarlos, y a lo mejor pone: "Al mejor papi del mundo" y no lo sabemos.

Pues bien, todo esto viene a que yo tengo un médico de la alergia, que tiene consulta privada pero concertada con la Seguridad Social. Me trata mi alergia al polvo, un problema bastante gordo cuando estoy con chicas. Que si me has dejado llena de babas con tanto estornudo... Qué más dará una baba más, una baba menos; pero en fin, es un problema. El caso es que este médico tiene un poco pinta de colgado, pero sabe de lo que habla. Inspira y expira confianza. Te dice que te tomes algo, y te fías, ¿porque te curas? Sí. Pero hay médicos que te curan y siguen sin inspirarte confianza. ¿Por qué?Realmente no hay una explicación, los hay de los que te fías y los hay que no. ¿Pero tiene que ver nuestra impresión con lo que saben? Uno imagina que nada. Pero... ¿Qué pensaríais si cuando fuerais al dentista pasara esto?: - Hola, doctor, creo que tengo una muela picada.- Fffi, paffe, ahofa mifmo le afiendo. Me fongo la fentadufa y enfeguida eftoy con ufté.No sé vosotros pero yo salgo huyendo. ¡Y no tiene por qué ser mal dentista! Quizás le tocó uno que era realmente malo, al fin y al cabo no creo que los dentistas se arreglen la boca ellos mismos delante de un espejo. ¿O sí? De todas formas, esas dentaduras tan perfectas de algunos de ellos a veces genera sospechas.


O imaginad, queridas lectoras, que vais al ginecólogo y encima de la mesa tiene una revista porno. ¡Y un montón de Kleenex desperdigados por la mesa! Quizá luego es un profesional como la copa de un pino - que si eres profesional, tienes que serlo como la copa de un pino, no de otra forma- pero a ver qué cara ponéis cuando os diga: "Siéntate ahí y ábrete sésamo". O un traumatólogo cojo. Que ellos no se operan a sí mismo, pero daría grima. Por lo menos habría que preguntarle quién le operó para saber a qué médico no acudir. "Pues fui yo mismo, que me dije, voy a hacer prácticas de la Universidad en casa, y... Bueno, salió un poco mal. Pero no me puedo quejar, a mi hijo le tuve que implantar una mano en el pie, más moono". Ni que lo diga. Mono total. Así podríamos seguir hasta el infinito, entrar en la consulta del otorrino y este te estuviera respondiendo: "¿¿Quéeé??" "¡¿Qué?!" "¿Cómo dice?" todo el rato; o entrar en la consulta del dermatólogo y que estuviese mudando la piel... Todos esos detalles que hacen que uno pueda perder la confianza, y a lo mejor todos ellos son grandes médicos