La Utopía

Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.

¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve: para caminar
.
(Ventana sobre la Utopia. Eduardo Galeano.

CREO EN LA UTOPIA PORQUE LA REALIDAD ME PARECE IMPOSIBLE

lunes, 9 de abril de 2012

Genial, Baroja

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Corría el año 1904 y aquella tertulia, que había abierto el gallego Ramón María del Valle-Inclán en el Nuevo Café de Levante, hervía por las noches con la flor y nata de los intelectuales de la Generación del 98 y los artistas más significados, entre ellos Ignacio Zuloaga, Gutiérrez Solana, Santiago Rusiñol, Mateo Inurria, Chicharro, Beltrán Masses o Rafael Penagos.
Y aquella tarde noche del 13 de mayo de 1904 el que sorprendió a todos los presentes fue Pío Baroja. Porque cuando se estaba hablando de los españoles y de las distintas clases de españoles, el novelista vasco sorprendió a todos y dijo: 
 
 
“La verdad es que en España hay siete clases de españoles… sí, como los siete pecados capitales. A saber:
1)     los que no saben;
2)     los que no quieren saber;
3)     los que odian el saber;
4)     los que sufren por no saber;
5)     los que aparentan que saben;
6)     los que triunfan sin saber, y
7)     los que viven gracias a que los demás no saben. 
Unamuno y Benito Pérez Galdós aplaudieron a Baroja. Sobre todo por el último punto, el que dice “los que viven gracias a que los demás no saben”. Estos últimos se llaman a sí mismos “políticos” y a veces hasta “intelectuales”.

La Oportunidad del Fracaso

-En el estupendo blog Principia Marsupia , Alberto, describe , maravillosamente ,  la manera  de transformar un  supuesto fracaso en una gran oportunidad para mejorar, en un paso adelante que puede hacernos mejores.Espero que lo disfruteis . Creo que es para releerlo de vez en cuando:

"Partí de Madrid hace 7 años para estudiar un Erasmus de unos meses en París. No hablaba ni una palabra de francés y tenía muchas dudas sobre mi talento como físico. Lo que ocurrió después, superó salvajemente mi sueños más hermosos: completar un doctorado en física teórica, ser invitado a universidades estadounidenses, viajar por Sudamérica, África y la India. Trabajar como actor en compañías de teatro francesas y británicas, escalar el Mont Blanc, ser fichado por la Universidad de Cambridge y, sobre todo, gozar de amistades que valen más que los rubís.
Pero durante mi último año en Cambridge, perdí lo más necesario para un investigador: el entusiasmo. Y la que pensaba era la mujer de mi vida, me dejó.
Los sueños por los que tanto había luchado, se evaporaban delante de mis ojos.
Volver a Madrid, y estar sin ella, era un doloroso fracaso.
Pasé unas semanas muy duras. Pero, de a poquito, la luz volvió a colarse entre las grietas del desaliento. Unos pocos meses después, me siento mejor que nunca.
El fracaso ha sido la oportunidad más hermosa que la vida me ha regalado.
Cuando las cosas salían como yo deseaba, era muy complicado distinguir mis errores. Tras los triunfos, celebraba mis virtudes y alababa mi suerte. El fracaso me ha enfrentado con honestidad a mis sombras, carencias y defectos.
Cuando todo iba bien, era muy tentador acomodarme y dejar que la marea me arrastrase. El fracaso me ha empujado a desafiar mis límites.
El fracaso me ha recordado que hay cosas en la vida que no podemos controlar. Pero también, que hay dos cualidades que son mi absoluta responsabilidad: mi actitud y mis acciones.
El fracaso me ha liberado de lo que no es esencial. Estoy vivo. Tantas angustias y miedos por el futuro no valen la pena.
Y, por encima de todo lo demás, el fracaso me ha permitido disfrutar del amor de las personas me quieren. Gente por la que daría mi vida.
Tras semanas de dolor, decidí embarcarme en el desafío más hermoso que he afrontado: construir el mejor Alberto del que fuese capaz.



Decidí trabajar en mi fuerza de voluntad, en mi disciplina, en mi ternura, en mi alegría. Muy despacito y sin compararme con nadie. La única medida de mi progreso es el Alberto del día anterior.
El objetivo es llegar a la cama cada noche siendo un poquito mejor que la persona que salió por la mañana. Ser capaz de responder con honestidad a estas preguntas: ¿he afrontado mis miedos o he puesto excusas para no hacerlo? ¿he dicho todo lo que pensaba? ¿he trabajado tan duro como podía? ¿he vivido profundamente? ¿he empujado mis límites un pasito más allá? ¿he ayudado a que sean un poquito más felices las personas que quiero? ¿les he recordado mi amor?
En esta jornada he descubierto algo que no había alcanzado ni haciendo un doctorado ni viajando por medio mundo: la seguridad de que afrontaré los bofetones de la vida con serenidad e inteligencia.
He dudado si publicar, o no, esta entrada. Mi vida es mucho menos interesante que las anécdotas de Orson Wells y Winston Churchill. Pero cuando yo estaba mal, me ayudó muchísimo el ver cómo personas que habían sufrido derrotas infinitamente más dolorosas que la mía, se levantaban y continuaban su camino alumbrando ternura y pasión.
Si alguno de los que leéis el blog estáis pasando un momento difícil, si vuestros sueños acaban de romperse, sólo puedo deciros que yo también fracasé. Yo también lloré. Yo también creí que se me había escapado lo mejor de mi vida. No podía estar más equivocado. El fracaso es la oportunidad más hermosa que la vida me ha regalado."

Yo sólo añadiría: MIentras persigues lo que quieres , debes valorar lo que tienes.