La Utopía

Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.

¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve: para caminar
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(Ventana sobre la Utopia. Eduardo Galeano.

CREO EN LA UTOPIA PORQUE LA REALIDAD ME PARECE IMPOSIBLE

domingo, 9 de octubre de 2011

El Vendedor de Perritos

 En el magnífico libro de Rafael Hernámperez, "Sé feliz Aquí y ahora" hay un relato que viene al pelo de lo que está ocurriendo.
Los llamados "mercados"  nadie sabe a ciencia cierta quiénes son aunque está sembrando el pánico en nuestras sociedades, cómodamente instaladas en el llamado "estado del bienestar", pero en el que mucha gente trabaja a destajo para conseguir un pequeño sueldo con el que vivir pobremente, a costa del enriquecimiento de los de siempre. La actual crisis es una oportunidad de reorientar dónde queremos gastar el dinero y dónde dejar de gastarlo. Nuestros políticos , que han derrochado a manos llenas, sin decir nunca que NO a nada ni a nadie para garantizarse sus votos, deberían ser envíados a sus trabajos anteriores a su carrera política cuando no sometidos a escrutinio judicial para que expiaran sus culpas.
 Pero además , existe un riesgo real de que esa llamada "crisi" económica" también contagie a los muchos que trabajan bién y que cada dían cumplen en sus trabajos y aún más allá.  No podemos  seguir creándonos necesidades superfluas  y que de ellas dependa nuestra felicidad.  A ellos va dedicado este relato:



Un hombre vivía en la orilla de un camino y vendía perritos calientes. No tenía radio, ni televisión, ni leía los periódicos, pero hacía y vendía buenos perritos calientes.
Se preocupaba por la divulgación de su negocio y colocaba carteles de propaganda por el camino, ofrecía su producto en voz alta y el pueblo le compraba.
Las ventas fueron aumentando cada vez más, compraba el mejor pan y la mejor salchicha. Llegó un momento en que fue necesario comprar un carrito más grande, para atender a la creciente clientela. El negocio prosperaba. Su perrito caliente era el mejor de la región.
Venciendo su situación económica inicial, pudo pagar una buena educación a su hijo, quien fue creciendo y fue a estudiar Economía en la mejor Universidad del país. Finalmente, su hijo ya graduado con honores, volvió a casa y notó que su padre continuaba con la misma vida de siempre y tuvo una seria
conversación con él...
- ¿Papá, usted no escucha la radio? ¿Usted no ve la televisión? ¿Usted no lee los periódicos? ¡Hay una gran crisis en el mundo! ¡Y la situación de nuestro país es crítica! ¡Todo está mal y el país va a quebrar!
Después de escuchar las consideraciones de su hijo, el padre pensó: “bien, si mi hijo Economista, lee periódicos, ve televisión, entonces solo puede tener la razón.
Y con miedo de la crisis, el viejo buscó el pan más barato (más malo) y comenzó a comprar la salchicha mas barata (la peor) y para economizar dejó de hacer sus carteles de propaganda.
Abatido por la noticia de la crisis ya no ofrecía su producto en voz alta, ni atendía con entusiasmo a sus clientes.
Tomadas todas esas precauciones, las ventas comenzaron a caer y fueron cayendo y cayendo y llegaron a niveles insoportables. El negocio de perritos calientes del viejo que antes generaba recursos para que el hijo estudiara Economía, finalmente quebró.



Entonces el padre, muy triste, le dijo al hijo:
- Hijo, tenías razón: estamos en medio de una gran crisis. Y le comentó orgullosamente a sus amigos:

- Bendita la hora en que envié a mi hijo a estudiar Economía. Él me avisó de la crisis.
Anónimo
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