La Utopía

Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.

¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve: para caminar
.
(Ventana sobre la Utopia. Eduardo Galeano.

CREO EN LA UTOPIA PORQUE LA REALIDAD ME PARECE IMPOSIBLE

jueves, 6 de octubre de 2011

Trastorno Obsesivo Compulsivo

 Hoy he vuelto a atender  a una paciente afecta de Trastorno Obsesivo Compulsivo (T.O.C) y tras comprobar que , una vez más, engendra un gran sufrimiento para los pacientes y sus familias , me ha parecido oportuno recordar algunos aspectos de este frecuente trastorno.


El  Trastorno Obsesivo Compulsivo,  es un desorden de ansiedad que afecta aproximadamente a un 2,5% de la población. Como su nombre indica, las personas que padecen este trastorno sufren obsesiones y compulsiones recurrentes que les generan un gran malestar y que interfieren de manera importante en su vida cotidiana.

Entendemos por obsesiones pensamientos que aparecen de forma involuntaria en la mente de la persona y que le generan ansiedad. La mayoría de veces el contenido de estos pensamientos resulta absurdo, exagerado, irracional y molesto, por lo que las personas suelen intentar evitar que surjan o luchar para que se marchen una vez ya han aparecido. Sin embargo, una de las características principales de este tipo de pensamientos es que permanecen fuera de nuestro control voluntario. Son los llamados pensamientos "intrusivos"
El TOC aparece cuando las personas, en su intento por luchar o neutralizar las obsesiones, empiezan a realizar actos compulsivos o rituales. Éstos son acciones físicas o mentales que se hacen con la finalidad de disminuir la angustia causada por una obsesión. Algunas de las compulsiones más frecuentes son: lavarse las manos repetidamente, colocar los objetos siguiendo un orden extremadamente estricto e invariable, limpiar una y otra vez las superficies del entorno aunque estas se encuentren ya objetivamente limpias, contar mentalmente, o comprobar una y otra vez que uno ha realizado una acción que recuerda con certeza haber llevado a cabo, como por ejemplo cerrar la puerta de casa o del coche o apagar los fogones de la cocina. Aunque a menudo existe una relación temática entre la obsesión y la compulsión (por ejemplo: miedo a la contaminación - lavado de manos) esto no siempre ocurre así, de manera que en ocasiones no encontramos relación aparente entre éstos dos elementos del trastorno.
Las personas con TOC pueden llegar a emplear en la realización de los rituales varias horas al día, viéndose así enormemente afectada su capacidad para cumplir con éxito las tareas laborales y sociales cotidianas.
Los afectados y afectadas por este desorden suelen ser conscientes de lo exagerados y absorbentes que son sus rituales, pero aún así sienten tantísima ansiedad ante las ideas obsesivas que no pueden evitar quedarse “enganchados” en la realización de los mismos. Esta sensación de poco control de la propias conductas, así como la consciencia de lo absurdas o exageradas que éstas son en realidad, suele hacer que al sufrimiento causado por el trastorno se añadan además sentimientos de vergüencia y desconcierto que pueden hacer que las personas tarden varios años en pedir ayuda.
El primer paso para poder combatir el TOC es intentar comprender cómo se gesta y mantiene este trastorno. Actualmente la idea más aceptada sobre el origen de esta alteración es que éste es multicausado, es decir, que no existe un único factor que explique totalmente su aparición, sino más bien varios elementos que, al unirse, facilitarían su desarrollo. Algunos de los factores estudiados en este sentido son: cierta predisposición genética, pequeñas alteraciones funcionales en determinadas partes del cerebro y pautas educativas moralmente rígidas y estrictas.
Desde la psicología, se han aportado también teorías que intentan explicar el proceso según el cual el trastorno termina desarrollándose e interfiriendo gravemente en la vida de las personas. Fruto de estos estudios se ha visto como en el TOC se establece una especie de círculo vicioso que mantiene el trastorno aumentando las probabilidades de que éste se cronifique. El hecho de comprender este proceso es sumamente importante de cara a buscar estrategias para “romper” esta pescadilla que se muerde la cola y lograr así vencer - o como mínimo sobrellevar lo mejor posible - el trastorno.
Varias investigaciones han comparado los pensamientos de personas afectadas de TOC con los de personas sin la enfermedad, hallando que las obsesiones aparecen en ambos grupos. ¿Qué hace, entonces, que algunos desarrollen el trastorno y otros no? Parece ser que uno de los factores que marca la diferencia es la actitud que adoptan las personas ante las obsesiones. Los individuos sin el trastorno experimentan en general las obsesiones como pensamientos intrusivos  y desagradables, pero no suelen prestarles una excesiva atención, de manera que estos pensamientos se van tal y como han venido y el malestar no se alarga demasiado en el tiempo.
En el caso de las personas con TOC se da una reacción diferente: las obsesiones son juzgadas como algo terrible con posibles consecuencias desastrosas y que por lo tanto debe ser evitado a toda costa, de manera que las personas entran en una especie de lucha contra estos pensamientos invirtiendo grandes esfuerzos en intentar que éstos desaparezcan. Es en el marco de esta lucha en el que aparecen los rituales, que hacen que la ansiedad disminuya de manera momentánea. Fruto de este descenso del malestar, las personas aprenden que las compulsiones constituyen una herramienta rápida y eficaz para lograr sentirse mejor, de manera que las ponen en marcha cada vez que la obsesión aparece. El problema es que este aprendizaje hace que las personas lleguen a creer que la única de manera de disminuir la ansiedad es haciendo la compulsión. Esta creencia, junto con el hecho de que el ritual sólo tiene un efecto momentáneo, hacen que los rituales ocupen cada vez más espacio en la vida de la persona.
Ocurre además que los rituales hacen que las personas caigan en una especie de trampa: como el individuo lo usa siempre que aparece la obsesión, no se da la oportunidad de que compruebe que la ansiedad SIEMPRE acaba disminuyendo por sí sóla, independientemente de que la persona lleve a cabo o no la compulsión. Se genera así un círculo vicioso que se retroalimenta, en el que cuantos más rituales usa la persona más aumentan las obsesiones y la ansiedad, y por lo tanto más rituales usa para combatirlas, y así sucesivamente.
Una vez hemos comprendido este mecanismo nos será mucho más fácil entender la lógica de la terapia psicológica  propuesta para tratar el TOC: la exposición con prevención de respuesta (EPR). Esta estrategia tiene como objetivo principal el romper la secuencia de acontecimientos anteriormente descritos, impidiendo que la persona caiga en la trampa de la ansiedad. Tal y como su nombre indica, la EPR tiene como primer componente la exposición, entendida como el afrontar las obsesiones sin intentar huir de ellas ni evitarlas de ningún modo. Esta exposición debe ir seguida de lo que llamamos “prevención de respuesta”, que no es otra cosa que el impedir que se produzca la realización del ritual.
Pongamos un ejemplo: imaginemos el caso de Anita,  una chica joven que siente una gran ansiedad cada vez que toca el pomo de una puerta debido a que vienen a su cabeza pensamientos intrusivos sobre la contaminación del mismo y su capacidad de transmitir peligrosas infecciones. Para disminuir esta ansiedad, Anna evita siempre que puede entrar en contacto con el pomo de las puertas, usando por ejemplo un pañuelo para no tocarlo directamente o pidiéndoles a sus familiares y amigos que abran la puerta por ella. Sin embargo, como esto no siempre es posible, cada vez que no le queda más remedio que tocar el pomo Anna corre rápidamente al lavabo más cercano y se lava una y otra vez las manos con agua y jabón con tal intensidad y frecuencia que la piel de sus manos se ha llegado a irritar visiblemente. ¿Cómo sería aplicar la exposición y prevención de respuesta en el caso de Anna? Para empezar le propondríamos que no evitara tocar los pomos de las puertas ni lo hiciera con un pañuelo, sino que se expusiera y entrara en contacto directamente con el objeto teóricamente cargado de gérmenes. A continuación, impediríamos que fuera rápidamente a lavarse las manos, obligándola (con su consentimiento, claro está) a permanecer con las manos sin lavar hasta que la ansiedad bajara. Al principio Anna sentiría muchísima ansiedad al no poder hacer el ritual, pero a medida que aguantara un tiempo sin hacerlo comprobaría como la ansiedad termina por disminuir sin necesidad de usar la compulsión.
Una de las claves para que la EPR de resultado es que se practique lo más frecuentemente que sea posible, para facilitar que la relación obsesión-compulsión-disminución de la ansiedad se debilite cada vez más permitiendo así que las obsesiones, las compulsiones y la ansiedad que las acompaña disminuyan.
Si tu o alguno de los tuyos tiene un diagnóstico de TOC o síntomas que concuerden con los de este trastorno, es importante que tengas presente que este trastorno es mucho más frecuente de lo que solemos pensar, de manera que no estás sólo ni padeces una patología extraña o desconocida, al contrario. Recuerda que el principal factor de mantenimiento y cronificación de este trastorno es la realización de las compulsiones como medio para disminuir la ansiedad. Es por esta razón por la que es muy importante que intentes evitar caer en la trampa de la ansiedad enfrentándose a ella sin llevar a cabo el ritual, ya que esto, aunque genera una gran angustia en los primeros momentos, hace que ésta disminuya mucho a largo plazo. Si no te sientes con fuerzas para luchar contra las rituales tu solo pide ayuda a tus allegados o a algún profesional: ponerse manos a la obra para combatir el TOC es la única manera de conseguir que éste no se adueñe de tu vida.

El uso de los IRSS (en especial Fluoxetina ó Paroxetina ) es especialmente útil durante el tratamiento y contribuye a la recuperación , en casos en que no sea suficiente la terapia psicológica de exposición.

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