En palabras del siempre certero Juanjo Millás: "enriquecer a una empresa privada con el dinero público destinado a la sanidad o a la educación o la justicia, es pura y llanamente un crimen, más condenable si el criminal, a modo de coartada, confiesa que es un idiota al que no le salen los números, excepto cuando se trata de cobrar comisiones. Si es idiota, que lo retiren y pongan a otro capaz de gestionar el departamento"
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